La dignidad (del latín: dignĭtas, y que se traduce por “valioso”), hace referencia al valor inherente del ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creativo, con opciones de modelar y mejorar su vida mediante la toma de decisiones y el ejercicio de sus libertades. Es un concepto que puede asociarse al hecho de tener respeto hacia uno mismo y a lo/los demás, manifestando un comportamiento adecuado, personal y socialmente aceptado como distinguido y ejemplar.
Visto así, la dignidad sería la capacidad de estar relajado, estable, centrado y con predisposición a valorar, juzgar, y actuar con tranquilidad ante cualquier posible situación que nos aparezca o que genere nuestra propia esencia.
Es por ello que podríamos decir que en ese sentido, la dignidad sería inversamente proporcional al neuroticismo, entendiendo éste como un rasgo psicológico que refleja la inestabilidad emocional y que define la personalidad del ser humano.
¿Qué podemos considerar digno?
¿Dónde radican los límites de la dignidad?
¿Puede la dignidad fingirse o forzarse?
Es digno todo aquello que, generado por nosotros, emula un equilibrio global positivo y generalizado hacia lo que nos rodea. Viene a ser una ola que desplaza lo bueno allá donde va llegando, y genera a su vez, otra ola y otra, hasta llegar al fin del trayecto.
Los límites de la dignidad son tan amplios como cada uno desee y quiera. Pueden ser muy extensos o limitarse en determinados espacios, y sólo dependen de lo que cada ser humano quiera tener en cuenta. La consideración de los límites de la dignidad depende de la influencia de multitud de variables, entre las que nombraría: el nivel intelectual, nivel socio-económico, integración cultural, relaciones interpersonales, estructura familiar, capacidad de adaptación, tolerancia, aceptación de las normas sociales, motivación personal, inteligencia emocional, altruismo, etc….
La dignidad debería ser un estándar inimitable, es decir, que solamente se mostrara digno aquel que lo fuera en realidad, pero está claro, que en una sociedad como la nuestra, solemos creer más a aquello que se parece que no a lo que realmente es.
Por ello, si es posible fingir ser digno, sin tener ninguna capacidad adecuada para ello.
Desolador.
Una persona inteligente puede mostrar seguridad, confianza en sí mismo, ser amable y empático, adaptarse bien a lo que sucede y tener control de lo que siente y expresa. En este caso, será muy difícil saber si su dignidad es o no fingida (¡¡¡que no nos pase nada!!!).
De ahí la importancia de ambos conceptos unidos por un nexo antagónico, y a la vez, complementario: el enlace de la dignidad con el neuroticismo.
Una personalidad equilibrada podría caracterizarse por un alto grado de dignidad, siempre y cuando, ésta, sea sincera y real (no fingida ni forzada).
La condición humana, entendida como la experiencia de ser humano y vivir como tal, está influida por multitud de variables biológicas, psicológicas, sociales, culturales, y muchas más.
Si presuponemos una hipotética supremacía del ser humano sobre el resto de seres vivos, la dignidad debería ser el barco insignia de nuestra propia evolución y madurez, lo cual desgraciadamente, no es en absoluto cierto, y así hemos ido auto-eliminando civilizaciones poderosas a lo largo de la historia de la humanidad. Pero aún no es suficiente. Debemos arrasar con todo, y nuestro destino parece que en breve, será irremediable, cumpliéndose los peores presagios de un futuro incierto, devastador y apocalíptico.
Sólo podemos reaccionar con la dignidad de reconocer los errores cometidos y aceptar las consecuencias de los mismos, y en lo posible, mitigar el caos producido compensándolo con un cambio de actitud radical en todos los sentidos.
Para ello es necesario remodelar y reconducir las conductas en un sentido más racional que emotivo, ya que parece que solo reaccionamos ante la obligatoriedad del cambio al haber agotado todos los recursos de los que hemos dispuesto, sin medida ni control.
La dignidad debería ser de importancia capital, pero solo para nosotros mismos, sin que únicamente nos motivase mostrarla como medio de justificación social.
Nada resulta más mezquino que el aparentar lo que no somos, y esa es una de las razones que nos llevan directamente a muchos de nuestros fracasos de mayor magnitud.
El neuroticismo con el que estamos acostumbrados a vivir, y la falta de recursos altruistas y sociales, nos obligan a sufrir con un alto grado de ansiedad y de estrés contaminante, que no ayuda en absoluto a mantener un equilibrio emocional sano para adaptarnos de forma adecuada y satisfactoria al medio que nos rodea.
De otra forma, la dignidad con la que vivimos, suele ser escasa o inexistente, por mucho que nos cueste reconocerlo. El egoísmo, la avaricia, la necesidad de triunfar por encima de todo y todos, nos guía inexorablemente a nuestra propia destrucción como seres sociales.
Nos vamos encerrando en nuestra propia percepción del mundo y acabamos convenciéndonos de que todo aquello que nos pasa es injusto e intolerable, llevándonos a ser cada vez más fríos, solitarios y egocéntricos.
Con esta exposición pretendo reflexionar sobre la posibilidad, si es que aún existe y es real, de cambiar nuestros propios valores desgastados con el paso del tiempo, y sin apenas fuerza alguna para poder subsistir por sí mismos.
El aislamiento resultante es una de las causas que más ansiedad genera en cada uno de nosotros, si bien también es cierto, que ante la posibilidad de estar solo, solo son dignos los que siempre lo han sido. El resto, ni lo son, ni nunca lo serán.
Para finalizar me gustaría mencionar en una pequeña pincelada los efectos cruzados de interinfluencia entre manipulación y dignidad.
Que nadie dude ni por un momento, que estamos constante y continuamente manipulados por multitud de personas, situaciones, hechos, obligaciones, etc.
En este marco, la manipulación sería la antítesis antagonista de la dignidad.
No existe nada más indigno e inaceptable que la manipulación consciente de un ser vivo, sea humano o animal. No me gustaría entrar en polémica alguna, ya que no es mi intención provocarla en ningún caso.
Simplemente quiero incidir en un punto muy concreto, que a mi modo de ver es la clave del post que he publicado:
MIENTRAS EXISTA Y SE UTILICE MANIPULACIÓN DE CUALQUIER TIPO PARA CONSEGUIR UN FIN O UN OBJETIVO, LA DIGNIDAD ESTARÁ RELEGADA AL OLVIDO EN UN RINCÓN PEQUEÑO, OSCURO Y OLVIDADO DE NUESTRO INCONSCIENTE.
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