El pasado produce una acción directa y activa en la actitud del presente, que a su vez, desemboca en posibles previsiones de futuro que no sabemos si acabarán con repercusiones.
El “dar por supuesto” condiciona una reacción emocional en cada uno de nosotros, y a la vez, una respuesta que influirá definitivamente a nuestro interlocutor. A partir de ahí, pueden producirse multitud de percepciones e interpretaciones erróneas de lo ocurrido, y como colofón final, un malentendido mayúsculo de proporciones considerables.
Es por ello que aunque nos sea más o menos difícil, mientras sea posible, deberíamos siempre buscar la verdad y no la suposición, a través del conocimiento de los hechos que se han producido. Las dudas al respecto, normalmente, nos llevan a suponer lo peor (extremo negativo) o lo mejor (extremo positivo), y en ambos casos, la decepción resultante puede ser extrema.
Comuniquemos lo que pensamos y sentimos, sin generar posibles hechos que no se sustentan en ninguna realidad contrastada. No nos dejemos llevar por las suposiciones sino por realidades tangibles y comprobadas. Nos ahorraremos muchos malestares y dolor al saber que es lo que está ocurriendo y porqué.
Que no nos de pereza ir a buscar las explicaciones que necesitamos. Con ello, conseguiremos una paz personal e interior que nos evitará la acumulación de ansiedad, tristeza y estados emocionales de desasosiego.
A modo ilustrativo querría dejar dos frases relacionadas con las suposiciones:
• “Ni tus peores enemigos pueden hacerte tanto daño como tus propios pensamientos” (Buda)
• “En mi vida he vivido grandes tragedias, algunas de las cuales la viví en realidad” (Citada por el Dr. César Lozano de autor desconocido)