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divendres, 2 de desembre del 2016

EL SÍNDROME DEL “PSICOTERAPEUTA”

En 1976 la psicóloga social Christina Maslach, presentó ante un congreso de la Asociación Estadounidense de Psicología lo que definía como síndrome de BURNOUT (estar quemado, desbordado, fundido, desgastado, fatigado de forma crónica), basado en el análisis tridimensional de los tres constructos siguientes:

1. agotamiento emocional

2. despersonalización

3. baja realización personal,

Constató que dicho síndrome podía aparecer entre sujetos (profesionales) que trabajan en contacto directo con clientes o pacientes.

Con esta pequeña introducción, quisiera explicar lo que entiendo por el síndrome del terapeuta profesional, y especialmente en lo que supone trabajar diariamente en contacto con pacientes de diversas edades y con patología diversa.



No deja de sorprenderme el hecho de que mucha gente considere al psicoterapeuta profesional como una especie de amigo/confidente y charlatán, que obtiene dinero fácilmente por sólo estar hablando. Acompaña a esta idea la creencia de que es un trabajo fácil y que, aparentemente, cualquier persona mínimamente sociable y agradable, podría hacer lo mismo.

Permitidme aclarar que no todas las charlas son iguales, ni tienen el mismo propósito. Escuchar a alguien de forma terapéutica es otro mundo, os lo puedo asegurar.

Es necesario ser consciente en todo momento de lo que dice, siente, piensa, proyecta, intuye, verbaliza, cree, reprime, u olvida. Es como desenredar un gran ovillo de lana con multitud de nudos que impiden que el hilo fluya por sí sólo, a no ser que lo estiremos. 



Esta interacción bilateral requiere un estado de atención permanente visual y auditiva, improvisación, fluidez ideática, paciencia, empatía, tolerancia y capacidad de “acoger” adecuadamente al paciente.

El cansancio, se va acumulando progresivamente, pero el trabajo debe ser el mismo y con la misma intensidad desde el inicio hasta el final de la sesión.

Otro problema añadido e importante suele ser que los períodos de descanso (que deberían ser obligados) no se producen regularmente, ya que siempre surgen situaciones inesperadas que deben atenderse sin ninguna opción de aplazamiento, y de este modo, el esfuerzo a realizar se va incrementando progresivamente cuanto más son las horas de trabajo realizadas.

Al final de la jornada, acabamos realmente cansados, con niveles energéticos bajos, y con una importante necesidad de desconectar de todo un poco.

Muchos piensan que en todos los trabajos pasa lo mismo, y que no es para tanto, pero yo les diría que trabajar con pacientes cara a cara, no permite ni el más leve error de planteamiento ni de estrategia.

Por otra parte, la exigencia del paciente, es muy alta y con gran demanda de eficacia inmediata, lo cual, es totalmente imposible de satisfacer al momento exigido.

Todo proceso tiene su tiempo de sedimentación y asimilación, y sólo entonces, empezarán a notarse los beneficios esperados desde el primer momento.


Es por lo tanto una relación compleja, específica y muy estratégica, que requiere un buen desarrollo bilateral profesional/paciente, y que en ningún caso, podemos banalizar lo más mínimo.

La confianza y el saber escuchar, tal como comentaba, es básico para entrar progresivamente en el mundo de la percepción subjetiva del paciente, y por lo tanto, en cómo entiende él lo que pasa y ocurre.

Es habitual que la realidad objetiva no tenga nada que ver con la que la persona siente, siendo así otro inconveniente que debemos tener presente en todo momento.

El motivo de consulta por el que el paciente empieza un tratamiento, es en muchos casos muy distinto del problema que, en realidad, tiene el paciente.

Los temores, sensaciones diversas, y el cansancio acumulado procedente de las muchas intentonas de resolver el conflicto sin conseguirlo, generan expectativas pesimistas y un desánimo que repercute directamente en la creencia de que “hablando” pueda encontrarse una solución adecuada.

Las personas suelen tener una especie de guión interno que utilizan para actuar. Creo que será interesante que veáis un video de INPSIDE PSICÓLOGOS, que hablan de un “mapa emocional”, definido cómo una forma de orientarse y manejarse en nuestro mundo interno y externo. Se trata de un mapa diseñado a partir de nuestras experiencias más importantes, tanto positivas como negativas. Formado por fotografías de situaciones que hemos vivido, por recuerdos. Por tanto, se trata de un mapa que está en nuestra memoria, en nuestra mente, pero no necesariamente en la realidad.



El trabajo del profesional se orientaría a intentar entender ese mapa que nos enseña el paciente, y una vez repasado y estudiado, procurar sentarnos con él y buscar la mejor forma de entenderlo, trabajarlo y conseguir saber más de nosotros mismos, de lo que sentimos, de lo que pensamos y del porqué nos cuesta tanto sentir una sensación global de bienestar.

Con este post, solamente pretendo mostrar mi máximo respeto a todos los profesionales de la salud mental que día a día intentan acercar a sus pacientes a un estado de equilibrio consigo mismos y con su entorno.

Ánimo y no nos cansemos nunca de realizar esta labor. Una sonrisa vale mucho, y una lágrima, también. La satisfacción debe basarse en el constante intento de seguir avanzado para entender la complejidad de la mente humana, que por mucho que podamos ir avanzando, seguimos estando en una precariedad significativa.

Que cada experiencia que vivamos, y con cada persona que trabajemos, nos de la motivación suficiente para seguir creciendo en todos los sentidos.

Soy un hombre afortunado. Amo mi trabajo.