Ese YO debe aprender a subsistir y a desarrollarse en el medio en que vivimos dependiendo de la cultura y condiciones del estatus personal, familiar, social y profesional que nos circunda y caracteriza.
La personalidad puede ser reconducida, modelada y orientada según diversos criterios de necesidades, deseos, objetivos y convivencia, pero en la base y contenido, es la que forjamos progresivamente desde un principio.
¿Pueden cambiar las personas?
¿Seremos siempre de la misma forma?
¿Hay que luchar pro o contra nosotros mismos para cambiar?
Hay un sinfín de teorías al respecto, desde las más reduccionistas y ortodoxas, hasta las más innovadoras y flexibles.
Los aprendizajes constantes y la experiencia personal que nos permite tomar decisiones y evolucionar hacia aspectos determinados, son sin duda uno de los secretos mejor guardados de nuestro propio inconsciente.
Generalmente buscamos algo que nos satisfaga a cualquier nivel, y no siempre conseguimos lo que nos proponemos, siendo esa sensación la causante de los diferentes desórdenes de nuestra personalidad, y con ello, de la patología que “etiqueta” los desórdenes de nuestra actitud y conducta que tantos problemas nos generan a lo largo de nuestra vida.
Ese importante papel lo desarrollan los RASGOS de personalidad. Son éstos los que nos permiten diferenciarnos de los demás, y a la vez, compararnos unos con otros, en como pensamos, actuamos y somos en distintas circunstancias.
En la actualidad hay multitud de formas de averiguar los rasgos más característicos de la personalidad de todos nosotros, lo cual nos permite tener un conocimiento holístico mucho más completo que únicamente con la observación y la conversación.
Este es un detalle importante por lo que comentaba al principio del post: no siempre mostramos lo que somos, lo que queremos o lo que sentimos, ya que nuestro inconsciente maneja a su antojo esos rasgos sin que podamos concienciarnos adecuadamente.
Una de esas pruebas, que según mi experiencia, es capaz de hacernos expresar lo que somos y sentimos es el TEST DE LOS COLORES de Max Lüscher, que relaciona la personalidad en base a escoger unos determinados ocho colores (de mayor a menor preferencia).
En muchos ámbitos, al tratarse de una técnica proyectiva, no tiene la certeza diagnóstica de otras pruebas de contenido verbal, pero insisto en que me parece un instrumento muy valioso para orientar que es lo que nos determina generalmente, sin decirlo ni explicarlo verbalmente, basándose en la elección de los colores según prefiramos o rechacemos más o menos.
Un claro ejemplo sería el siguiente:
LUGAR
DE PREFERENCIA
Colores
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1º y 2º
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3º y 4º
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5º y 6º
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7º y 8º
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Azul
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Deseos de Armonía
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Armonía alcanzada
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Imposibilidad de alcanzar la armonía en el momento actual
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Deseo de armonía reprimido
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Rojo
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Deseo de actividad
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Actividad efectiva
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Actividad frenada
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Rechazo de la actividad
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Verde
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Deseo de autoafirmación
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Autoafirmación lograda
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Necesidad de adaptarse
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Dependencia
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Amarillo
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Optimismo
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Miedo a las decepciones
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Negro
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Deseos de agresividad y enfrentamiento
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Agresividad ejercida
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Agresión reprimida
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Rechazo de la agresión
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Violeta
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Vanidad
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Sensibilidad
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Capacidad empática
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Escasa capacidad empática
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Marrón
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Deseo de satisfacción de necesidades corporales
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Necesidades corporales satisfechas
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Necesidades corporales reprimidas
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Rechazo de las necesidades corporales
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Gris
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Deseo de neutralidad
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Neutralidad alcanzada
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Deseo de neutralidad reprimido
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Rechazo a la neutralidad
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Otro ejemplo es el MODELO INSIGHTS DISCOVERY, basado en los estudios de Carl G. Jung en sentido de que todos los individuos contamos con cuatro energías o rasgos de personalidad y que los diferentes balances entre ellos es lo que nos hace únicos.
El Modelo Insights asocia dichos rasgos de personalidad con energías cromáticas: Colores.
Se han establecidos numerosos debates referentes a la personalidad, en todos los sentidos, y reconozco que es muy difícil adoctrinar en ese sentido.
Por ponerlo algo más fácil, me remito a las preguntas que hacía al principio del post, en el sentido de si podemos cambiar o no es posible.
Valorando los años de trabajo como psicoterapeuta, creo que podría establecer una comparación que puede dar cierto crédito a lo que yo creo.
La personalidad es como la voz.
Cada uno tiene la suya. Las hay graves, agudas, fuertes, débiles, chillonas, afónicas, etc.
Todos tenemos una voz que nos acompañará siempre, pero también es cierto, que la voz se puede educar, mejorar, dirigirla adecuadamente al exterior, modularla, y adaptarla tanto a nosotros mismos como a la situación que requiera unas condiciones determinadas.
Pues así concibo a la personalidad, como una voz que puede ser educada o no según cada uno y la situación que viva.
Es por ello que cuando algo va mal, no nos sentimos bien (a nivel introspectivo) o pensamos que algo nos está ocurriendo (a nivel comparativo), sería conveniente poder tener ciertos indicadores muy claros de que no vivimos bien y de que podemos hacer siempre un paso en otra dirección para mejorar nuestra situación.
Llegados a este punto, podría ayudarnos mucho conocer algunos de los síntomas más generales que se tienen en cuenta para plantear el posible patrón de personalidad inestable, patológico o amenazante, según los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), y que son los los siguientes:
· Experiencias y comportamientos propios que se apartan significativamente de las expectativas de la cultura en donde desarrollamos nuestra vida (percibir e interpretar a uno mismo, a los demás y a los acontecimientos; responder emocionalmente de modo inadecuado; cambios importantes en la actividad interpersonal; dificultades para controlar los impulsos).
· Este nuevo patrón es persistente e inflexible y se extiende a muchas situaciones personales y sociales.
· Notamos malestar significativo o deterioro social, laboral, familiar o personal.
· Su inicio suele remontarse en la adolescencia o al principio de la edad adulta.
· Este patrón no es debido a los efectos de una sustancia (drogas) ni a una enfermedad médica (traumatismo craneal).
Al principio, las personas con estos trastornos no suelen buscar tratamiento por su cuenta. Tienden a pedir ayuda una vez que su comportamiento ha causado problemas graves en sus relaciones personales o en sus trabajos. También pueden buscar ayuda cuando están luchando con otro problema psicológico-psiquiátrico, como un trastorno del estado anímico o de dependencia con alguna droga.
Aunque lleva tiempo tratar los trastornos de personalidad, ciertas formas de psicoterapia pueden servir. En algunos casos, los medicamentos son un complemento útil.
Estamos pues ante un mundo que tiene mucho que explicarnos y que debemos ir conociendo a través de la experiencia en base a obtener los mejores resultados posibles en un claro y único sentido:
“Que la persona que lo padece consiga obtener un nivel de paz y bienestar suficientes para vivir su vida de forma gratificante y satisfactoria.”
Pues así concibo a la personalidad, como una voz que puede ser educada o no según cada uno y la situación que viva.
Es por ello que cuando algo va mal, no nos sentimos bien (a nivel introspectivo) o pensamos que algo nos está ocurriendo (a nivel comparativo), sería conveniente poder tener ciertos indicadores muy claros de que no vivimos bien y de que podemos hacer siempre un paso en otra dirección para mejorar nuestra situación.
Llegados a este punto, podría ayudarnos mucho conocer algunos de los síntomas más generales que se tienen en cuenta para plantear el posible patrón de personalidad inestable, patológico o amenazante, según los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), y que son los los siguientes:
· Experiencias y comportamientos propios que se apartan significativamente de las expectativas de la cultura en donde desarrollamos nuestra vida (percibir e interpretar a uno mismo, a los demás y a los acontecimientos; responder emocionalmente de modo inadecuado; cambios importantes en la actividad interpersonal; dificultades para controlar los impulsos).
· Este nuevo patrón es persistente e inflexible y se extiende a muchas situaciones personales y sociales.
· Notamos malestar significativo o deterioro social, laboral, familiar o personal.
· Su inicio suele remontarse en la adolescencia o al principio de la edad adulta.
· Este patrón no es debido a los efectos de una sustancia (drogas) ni a una enfermedad médica (traumatismo craneal).
Al principio, las personas con estos trastornos no suelen buscar tratamiento por su cuenta. Tienden a pedir ayuda una vez que su comportamiento ha causado problemas graves en sus relaciones personales o en sus trabajos. También pueden buscar ayuda cuando están luchando con otro problema psicológico-psiquiátrico, como un trastorno del estado anímico o de dependencia con alguna droga.
Aunque lleva tiempo tratar los trastornos de personalidad, ciertas formas de psicoterapia pueden servir. En algunos casos, los medicamentos son un complemento útil.
Estamos pues ante un mundo que tiene mucho que explicarnos y que debemos ir conociendo a través de la experiencia en base a obtener los mejores resultados posibles en un claro y único sentido:
“Que la persona que lo padece consiga obtener un nivel de paz y bienestar suficientes para vivir su vida de forma gratificante y satisfactoria.”