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dilluns, 8 d’abril del 2013

LA PSICOLOGÍA CUÁNTICA


¿Sabemos lo que creemos que sabemos?

¿Vemos lo que percibimos o lo que creemos ver? 





En esta imagen, podemos ver cosas distintas o solo una, o varias de forma simultánea. 
Observar un rato con atención y os resultará curioso.



A raíz de los avances en física cuántica, nos estamos dando cuenta de muchas cosas, cada vez más, pero solamente podemos hacerlo nosotros mismos.

Se trata de abrir nuestra mente en toda su dimensión. 

Muy probablemente un conductor no circularía de noche con un solo faro de luz iluminando la carretera. Utilizaría los dos, y no tendría ninguna duda en usar luces adicionales para tener mejor visión, ya que sabe perfectamente, que cuando se conduce, no podemos suponer lo que nos encontraremos, sino que debemos ver por dónde vamos y hacia donde queremos ir.
Con este ejemplo intento explicar el porqué debemos utilizar mucho más nuestra capacidad cerebral. 

Solemos ser muy racionales, pragmáticos y estructurados por lógica y protocolo, y así nos lo enseñan desde pequeños a la gran mayoría de nosotros. 
Y con estos antecedentes, nos resulta muy difícil desarrollar nuestra capacidad de crear, sentir profundamente, disfrutar con la vida y empatizar con ella, y seguir nuestras vocaciones más contenidas por el temor que nos supone salir de nuestra zona de seguridad, que por otra parte, es la aceptada e impuesta por nuestro entorno vital.

Esa es precisamente la función de la Psicología Cuántica, abrir la posibilidad de “ver” en todas las dimensiones existentes, pero siempre en la medida que nos permita nuestro proceso de aprendizaje y aceptación. 



Tendrá en cuenta todo lo material y científico que hemos ido asimilando a lo largo de nuestra vida con las experiencias vividas, pero también lo que sentimos con lo que vivimos, percibimos y deseamos, habitualmente contenido y/o reprimido por mecanismos de defensa, aceptados sin oposición por nuestra propia consciencia y nuestro gran ego personal. 

Aquello que “pensamos” deductivamente, está muy condicionado por nuestra consciencia racional, pero no así lo que sentimos, que parte de la zona más desconocida del universo interior del ser humano: el inconsciente.

Los sueños y las asociaciones de emociones con estímulos que las desencadenan, siguen siendo una asignatura pendiente que debemos retomar y empezar a entender.

Hay pues cuatro pilares básicos en la Psicología Cuántica:

- Inconsciente

- Ego personal

- Empatía (referida especialmente al microuniverso interno personal)

- Mayor uso del hemisferio cerebral derecho, que se relaciona con las emociones, sensaciones, sentimientos, creatividad, humor y estado de ánimo vinculado a lo que sentimos.

Cada uno de estos apartados, requiere por si mismo, ríos y ríos de tinta para poder definirlos y entender cuál es su función e influencia en cada uno de nosotros. 



Lo creamos o no, y eso depende de la capacidad de implicación de cada uno y de su juicio crítico, tendemos cada vez más a buscar alternativas “no clásicas” para encontrar la felicidad, paz, o bienestar personal. 

Cuántas veces hemos oído comentarios a favor o en contra de la meditación, yoga, relajación profunda, biodescodificación, psicogenealogía, etc.
Pero lo evidente es que cada día se va hablando más y más de una forma de disfrutar de lo que tenemos no tan material y mucho más emocional, y por qué no decirlo, una forma más mística (palabra que proviene del verbo griego myein, "encerrar", de donde mystikós, "cerrado, arcano o misterioso" designa un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma humana a lo Sagrado durante la existencia terrenal. Se da en las religiones monoteístas, así como en algunas politeístas como el hinduismo). 

Esa palabra asusta mucho. Estamos acostumbrados a que todo lo que no puede comprobarse, ser tangible o evidente a la razón, debe descartarse sistemáticamente.

Nada es verdad si no puede demostrarse. 

Y desde mi humilde punto de vista, creo que esa afirmación taxativa es indicadora de la ignorancia del ser humano. No somos capaces o nos cuesta mucho, ver más allá de nuestra propia nariz. 
Estamos encerrados en nosotros mismos y en lugar de aprovecharnos para descubrir de que disponemos, únicamente nos preocupa salir de ahí y refugiarnos en la seguridad de lo que conocemos, de lo que nos han explicado y de lo que todo el mundo acepta sin prácticamente rechistar. 

Deberíamos ser más cautos y prudentes al hacer según que tipo de afirmaciones. 
La verdad siempre es relativa e inestable. No ha de ser un dogma ni un paradigma rígido el resto de nuestra vida.

El secreto radica en dejar fluir aquello que sentimos y, a partir de ahí, ir aprendiendo de que manera podemos sentirnos mejor y más felices con nosotros mismos y con los demás.

Seamos más humildes y evitemos que nuestro egoísmo impida la clarividencia de nuestros sentidos más primarios, vivamos un poco más de acuerdo con lo que sentimos, y evitemos en lo posible comportarnos como se supone que debemos hacerlo porque así está escrito.

Si una vez se empezó a escribir una historia, podemos de nuevo reescribirla y cambiar aquellos aspectos que ni nos benefician, ni nos satisfacen, ni nos merecen ninguna consideración.

Esta es la gran meta del ser humano, la de poder redescubrir una forma de vivir mejor y con mucha más satisfacción personal en todas las áreas básicas que nos acompañan. 



El problema es que nos da miedo, y todo aquello que realmente puede cambiar nuestra forma de vivir, permanece desgraciadamente oculto en una habitación oscura y cerrada en el interior de nuestro inconsciente. 

Busquemos la forma de poder abrir una esperanza que nos facilite evolucionar y crecer emocionalmente, porque a nivel racional, lógico y normativo, ya tenemos una madurez más que suficiente.
Si tenéis la oportunidad y el deseo de hacerlo, os recomiendo que conozcáis las ideas (entre otros) de: 

- Fidel Delgado. Es Psicólogo Clínico y la experiencia que dan décadas de dedicarse a acompañar a gente a morir, le han imprimido una visión del mundo muy particular que hace que sus charlas o monólogos no dejen a nadie indiferente.

- Virginia Gawel. Es psicóloga, terapeuta y docente especializada desde 1984 en la integración de la Psicología y la Espiritualidad. Dirige el Centro Transpersonal de Buenos Aires y forma parte del Consejo Editorial del Journal of Transpersonal Research y de Oxigeme Asociación Transpersonal Hispanoamericana.

- Héctor Gómez. Médico psiquiatra y magister en neurociencias. Fundador de la Singularidad, institución que une ciencia y mística. 



En fin, podemos en una sola palabra “despertar” y encontrar respuestas en la lucidez de lo que sentimos o seguir dormidos y mantenernos al margen de aquello que no podemos dominar. 
Es una elección personal que corresponde a cada uno decidir por si mismo.


Cuanto más tiempo pasa y más experiencia acumulo en mi trabajo como psicoterapeuta, más me conciencio de que mis claras raíces y bases iniciales de conocimiento médico, científico, psicológico  y psiquiátrico, deben necesariamente complementarse con muchos otros conocimientos emocionales y alternativos que provienen de muchas otras fuentes, que no solo van a favorecer un enriquecimiento personal, sino que a demás, van a proporcionarme numerosas opciones muy valiosas para poder seguir indagando en el desconocido y complejo mundo de cada uno de nosotros: nuestro universo interior.



Para finalizar este post, solo mencionar en forma de agradecimiento a un amigo, Daniel Turrión, con el que he tenido el placer de charlar numerosas horas de estos apasionantes temas que os he intentado exponer en forma resumida.

Espero que os haya resultado útil, interesante y especialmente provechoso. 






diumenge, 7 d’abril del 2013

LA TEORÍA DE LOS SEIS GRADOS DE SEPARACIÓN

Frigyes Karinthy (1887-1938), escritor Húngaro, fue el primero que desarrollo esta teoría en un cuento titulado “Chains”.
Se le llama seis grados de separación a la hipótesis que intenta probar que cualquier ser humano puede estar conectado con otro cualquiera, a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. Este concepto se basa en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces de la cadena, y solo un pequeño número de enlaces son necesarios para que un conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera. 

Duncan J. Watts, profesor de sociología de la Universidad de Columbia (Nueva York) y autor del libro “Seis grados: la ciencia de una edad conectada”, publicó un célebre artículo en la Revista “Nature” con Steven Strogats, profesor de mecánica aplicada y teórica en la Universidad de Cornell (Nueva York), en el que aportaban un modelo teórico del mundo pequeño, es decir, una red compleja en la que, a pesar de tener un enorme número de nodos, la distancia media entre éstos es muy pequeña.

Para ellos, es posible acceder a cualquier persona del planeta en tan solo seis saltos.



En este caso, creo que más que explicarlo, citaré textualmente como lo expone Wikipedia, que creo que lo explica de forma suficientemente aclaratoria..

Según esta teoría, cada persona conoce de media (entre amigos, familiares y compañeros de trabajo o escuela), a unas 100 personas. 
Si cada uno de esos amigos o conocidos cercanos se relaciona con otras 100 personas, cualquier individuo puede pasar un recado a 10.000 personas más, tan sólo pidiendo a esos amigos suyos que pasen el mensaje a sus correspondientes amigos. Estos 10.000 individuos serían contactos de segundo nivel, que un individuo no conoce pero que puede conocer fácilmente pidiendo a sus amigos y familiares que se los presenten, y a los que se suele recurrir para ocupar un puesto de trabajo o realizar una compra. 
Cuando preguntamos a alguien, por ejemplo, si conoce una secretaria interesada en trabajar estamos tirando de estas redes sociales informales que hacen funcionar nuestra sociedad. Este argumento supone que los 100 amigos de cada persona no son amigos comunes. 
En la práctica, esto significa que el número de contactos de segundo nivel será sustancialmente menor a 10.000 debido a que es muy usual tener amigos comunes en las redes sociales. 
Si esos 10.000 conocen a otros 100, la red ya se ampliaría a 1.000.000 de personas conectadas en un tercer nivel, a 100.000.000 en un cuarto nivel, a 10.000.000.000 en un quinto nivel y a 1.000.000.000.000 en un sexto nivel. 
En seis pasos, y con las tecnologías disponibles, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del planeta. 

Por ejemplo, imaginemos un limpiabotas de la calle. Este limpiabotas conoce a un portero de un hotel de dos estrellas; dicho portero conoce al dueño del hotel y éste al dueño de un hotel más prestigioso; el dueño de este hotel conoce a una persona que trabaja en la Casa Blanca y esta persona conoce al presidente de los Estados Unidos. En unos pocos enlaces se ha conseguido ligar un limpiabotas con el presidente de los Estados Unidos. 

Evidentemente cuantos más pasos haya que dar, más lejana será la conexión entre dos individuos y más difícil la comunicación. Internet, sin embargo, ha eliminado algunas de esas barreras creando verdaderas redes sociales mundiales, especialmente en segmentos concretos de profesionales, artistas, etc. 


En 1967, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram, ideó una nueva manera de probar la teoría que denominó “el problema del pequeño mundo”. 

El experimento del mundo pequeño de Milgram consistió en la selección al azar de varias personas del medio oeste estadounidense, para que enviaran tarjetas postales a un extraño situado en Massachussetts, situado a varios miles de millas de distancia.

Los remitentes conocían el nombre del destinatario, su ocupación y la localización aproximada.

Se les indicó que enviaran el paquete a una persona que ellos conocieran directamente y que pensaran que fuera la que más probabilidades tendría, de todos sus amigos, de conocer directamente al destinatario.

Esta persona tendría que hacer lo mismo y así sucesivamente hasta que el paquete fuera entregado personalmente a su destinatario final.

Aunque los participantes esperaban que la cadena incluyera al menos cientos de intermediarios, la entrega de cada paquete solamente llevó, como promedio, entre cinco y siete intermediarios.

Los descubrimientos de Milgram fueron publicados en “Psychology Today” e inspiraron la frase “seis grados de separación”.
Sin embargo, los descubrimientos de Milgram fueron criticados porque éstos estaban basados en el número de paquetes que alcanzaron el destinatario pretendido, que fueron sólo alrededor de un tercio del total de paquetes enviados. 
Además, muchos reclamaron que el experimento de Milgram era parcial en favor del éxito de la entrega de los paquetes seleccionando sus participantes de una lista de gente probablemente con ingresos por encima de lo normal, y por tanto no representativo de la persona media. 

Los seis grados de separación se convirtieron en una idea aceptada en la cultura popular después de que Brett C. Tjaden publicase un juego de ordenador en el sitio web de la Universidad de Virginia basado en el problema del pequeño mundo.

Tjaden usó la Internet Movie Database  para documentar las conexiones entre diferentes actores. La Revista "Time" llamó a su sitio, “The Oracle of Bacon at Virginia”, uno de los “Diez mejores sitios web de 1996. Programas similares se siguen usando hoy en clases de introducción de ciencias de la computación con la finalidad de ilustrar nodos  y listas.

En 2011 la empresa Facebook realizó un estudio denominado “Anatomy of Facebook” con todos los usuarios activos de su página, en ese momento 721.000.000 miembros (alrededor del 10% de la población mundial) y se analizó el conjunto de amigos en común, para sacar el promedio de cuántos eslabones hay entre cualquier usuario y otro cualquiera. 
De esta prueba se excluyó a celebridades y famosos. 
Los resultados mostraron que el 99,6% de pares de usuarios estuvieron conectados por 5 grados de separación. Esta es la prueba más cercana de la teoría a la fecha de hoy y da un resultado aproximado de 4,75 eslabones.

En 2008 el usuario chileno de Facebook, Iván Jara Solar, intentó comprobar esta teoría creando una versión en español del experimento que llamó “6 grados de separación”. 
En un principio, el resultado de todas las separaciones posibles de quienes se agregaban al grupo se podía visualizar gracias a una aplicación (mediante un algoritmo), la que al cabo de unos meses fue eliminada. 
La popularidad de este grupo generó un espacio de interacción entre sus miles de usuarios, principalmente mediante foros. 
El crecimiento de “6 grados de separación” llegó a su momento más álgido cuando alcanzó entre 10 y 15 usuarios inscritos por segundo.
 Este grupo llegó a tener más de 2,4 millones de miembros antes de su migración por parte de Facebook en 2012.

Está claro que cuando nos damos cuenta del real alcance que puede tener nuestra forma de comunicarnos, nos sorprende más y más cada día que pasa.
Gracias a las redes sociales y a como se han impuesto en nuestra vida cotidiana, todo aquello que parecía imposible, se va transformando en una realidad.
Van cayendo las antiguas creencias a velocidad de vértigo, sin que nada ni nadie pueda dudar de los avances conseguidos. 
Los paradigmas inamovibles, han dejado de serlo. 
La famosa frase que tantas veces hemos ver-balizado "Este mundo es un pañuelo", es ya una absoluta realidad. 
Y al parecer, aún estamos al principio de posibilidades que nos seguirán asombrando.
¿Hasta donde nos llevará esa fuerte corriente aglutinadora?




dijous, 4 d’abril del 2013

LAS BUENAS MANERAS

Seguramente, en muchas ocasiones, hemos tenido algún problema (o quizás muchos) para poder utilizar nuestros recursos expresivos o de respuesta de forma adecuada.La forma de “hacer”, “decir”, “expresar” lo que pensamos o sentimos es primordial e importantísima. 



Nadie escuchará lo que tenemos que decir si estamos gritando o gesticulando con agresividad y exageración. 

Nadie atenderá lo que decimos, si no intentamos controlar el tono emocional con el que nos expresamos. 

Nadie aguantará una actitud invasiva por parte del otro, donde lo único importante es imponer criterios sin discutirlos. 

Nadie actuará de forma comedida si se siente agredido por una situación o por una persona que no respeta su espacio interpersonal. 

Y así, podríamos seguir enumerando un sinfín de situaciones, que por muy diferentes que sean, tienen un punto en común que las caracteriza a todas ellas: carecen de “buenas maneras”. 


El principal problema que se deriva de no utilizar la manera adecuada para decir y hacer cualquier cosa, radica en que no somos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y a nosotros mismos cuando estamos enfadados o irritados por alguna causa. 

No escuchamos, no toleramos, nos sentimos atacados con extrema facilidad y parece que nuestro único objetivo es ser “el más fuerte”.

La tolerancia brilla por su ausencia, y generamos muchísima ansiedad que puede revertir a nuestro exterior de forma activa (acting out) o reprimirse totalmente, y destrozarnos por dentro (somatizaciones, disfunciones, enfermedades, etc). 





Ante esta situación de tensión producida, nuestras dificultades para comunicarnos, escucharnos y comprendernos, son un claro impedimento para dialogar y pactar un acuerdo que resulte beneficioso para ambas partes. 

La mayoría de pactos que conseguimos hacer no suelen llegar a buen término, y la razón de ello, es que generalmente, la gente confunde el “pacto” con el “acuerdo”.

PACTO sería llegar a un punto neutro en donde ambas partes establecen un convenio y que además, necesariamente, ninguna de las dos cede más que la otra. Ambas partes están en equilibrio en compromiso y aceptación.

ACUERDO sería llegar a un punto “no neutro” en donde ambas partes establecen un convenio, pero una de ellas cede más que la otra. Ambas partes están en equilibrio en compromiso, pero NO en aceptación.

Creo que con un ejemplo, se entenderá mejor:

Supongamos que el sujeto A quiere ir a la playa, y el sujeto B prefiere la montaña.
Después de hablar entre ellos deciden que hoy van a la montaña, y mañana a la playa. Aparentemente han llegado a un acuerdo, pero eso NO es un pacto. 
En este caso, siempre hay una de las partes que cede, pero no le gusta la opción del otro y la otra que lo disfruta. 
Hay pues equilibrio de compromiso pero no de aceptación.

En cambio, si su decisión es ir en bicicleta los 2 días, porque al sujeto A y al B también les gusta mucho esa opción alternativa, SÍ cumplen el criterio de pacto.
Ambos llegan a un equilibrio de compromiso y de aceptación, es decir, que los dos ceden por igual y lo aceptan de forma consensuada.


He querido comentar ese aspecto diferencial porque los errores de interpretación en lo referente al pacto o acuerdo, hacen que la confianza en los pactos sea limitada o poca. 
Y esto se explica por lo que acabo de exponer: los pactos no son acuerdos, y por esa razón, se rompen tan fácilmente cuando se confunden.

El pacto se transforma en un poderoso aliado de las buenas maneras, por su necesidad implícita de obligar voluntariamente a lo que se ha decidido pactar. Es justo, equitativo y favorecedor. 




Las buenas maneras, no deberían interpretarse como una forma pasiva de sumisión o de aceptar lo que propone la otra parte.

Se trata de una muestra de respeto tanto hacia uno mismo como a los demás.

Y así debería entenderse el uso de las buenas maneras, una forma de poder expresar lo que sentimos con total libertad pero cuidando la forma de hacerlo.

Solamente así, la comunicación fluirá como debería ser siempre y podremos conseguir objetivos comunes que nos permitan estar en equilibrio con nosotros mismos y nuestras circunstancias personales, familiares, sociales y profesionales.

De este modo, los conceptos teóricos tan conocidos y trabajados como solidaridad social, respeto, tolerancia, aceptación y autocrítica, dejen de ser entendidos únicamente en un marco teórico y empiecen a desarrollarse y a extenderse en un ámbito práctico y útil en la vida de todos y cada uno de nosotros. 





dimarts, 2 d’abril del 2013

UN TRINOMIO COMPLEJO (ASE): ANTIPATÍA-SIMPATÍA-EMPATÍA

¿Sabemos exactamente que son, cómo son, cuando se producen y como se relacionan estos conceptos?

Empecemos un acercamiento a esas tres dimensiones desde su propia base.

ANTIPATÍA
Deriva del latín, “contra sentimiento”. Es un sentimiento de rechazo, desafección o ánimo adverso hacia un ser humano, objeto, lugar o situación. Sería la zona menos receptiva del trinomio ASE. 

SIMPATÍA
Es una palabra que deriva del griego, y literalmente, se podría traducir como “sufrir juntos”. Implica afinidad con algo o alguien. Es un sentimiento cercano al cariño. En ese sentido, estaría en la zona media del trinomio ASE. 

EMPATÍA
Deriva también del griego y viene a significar sufrimiento, lo que se sufre. Es la capacidad de percibir lo que otro siente o necesita, el ser capaz de ponerse en la piel del otro. Es también más receptiva del trinomio ASE. 




La antipatía, en sí, es una clara sensación de desaprobación que puede manifestarse abiertamente con expresiones verbales y no verbales o bien, a través de la contención y/o represión de cualquier emoción vinculante que sea positiva (ej: no le diré que lo que hace está muy bien, ni que trabaja con mucha profesionalidad, ni que es una persona con mucha voluntad para lo que se proponga, etc). 
Con la antipatía, pretendemos demostrar esa falta de sintonía, pero con cierta consciencia de que el otro, no reciba por nuestra parte ninguna indicación positiva, ni de reconocimiento, ni de afecto, ni de valoración ninguna. 
Por eso la sitúo en el lugar de menos receptividad del trinomio ASE. 

La simpatía, empieza a ser una mezcla de aprobación incondicional y de cierta satisfacción hacia el otro. Queremos que sepa que nos cae bien, que le escuchamos y que compartimos sus formas de hacer las cosas. 
Ya no tenemos un juicio crítico ni severo respecto a él ni hacia lo que hace. Podemos justificar cualquier hecho, y a la vez, incluso entenderlo, aunque no sea del todo de nuestro agrado.
Es como una especie de pacto-promesa entre mi percepción y la forma de responder del otro. Todo se explica, es adecuado o tiene una razón de ser. Sin darnos cuenta, podemos llegar incluso a forzarnos en ver lo que no hay o en aceptar de buen grado lo que en otra situación, no toleraríamos tan fácilmente. 
Está en la media del intervalo en lo referente a la receptividad. 

La empatía, es la capacidad más receptiva que tenemos. Se basa en entender al otro, comprenderlo y saber estar. Eso no implica necesariamente estar de acuerdo en todo. 
Sólo vale entender lo que ocurre y aceptarlo, pero desde el punto de vista del otro, nunca del personal. 
Es la más elaborada de las capacidades del intervalo ASE. 
Ser empático no implica ser simpático ni afectuoso.
Busca el comprender y tolerar, sin más intenciones ni especificaciones. En muchos casos, es imprescindible la adaptabilidad para ser empáticos. 

Si somos rígidos en nuestros criterios y elecciones, dogmáticos en nuestros planteamientos, con intenciones convincentes con respecto a los demás, muy seguros de nuestra verdad como única explicación de lo que ocurre, y con la necesidad de ayudar a quién sea, aunque no nos lo hayan pedido, difícilmente seremos empáticos. La empatía es algo sumamente simple de desarrollar, pero solamente la conseguiremos cuando veamos a los demás no con nuestros propios ojos, sino con los de cada uno de ellos. 




¿Nacemos simpáticos, antipáticos o empáticos

Al nacer tenemos una información genética que decidirá muchas de nuestras variables individuales anatómicas teniendo en cuenta las de nuestros padres biológicos (estatura, color de pelo, ojos, etc.). 
Ese es el primer paso para ir completando la base de lo que podemos llegar a ser.

Posteriormente nos determina de forma fundamental el núcleo socio-familiar que nos envuelve.
El cariño que recibimos, la forma de decir y hacer las cosas, como se nos tiene en cuenta y que nos expresan, y en una palabra, que normas y pautas educativas y emocionales nos han hecho empezar a dirigir hacia una dirección más o menos determinada.

El tercer y último punto de partida, es el que acaba por diferenciarnos e individualizarnos del todo. 
Es nuestra propia experiencia con nuestro exterior, como interpretamos lo que percibimos y como a través de nuestras propias experiencias personales, acabamos siendo realmente lo que somos. 

Ese es el eje BIO-PSICO-SOCIAL, que incluirá la calidad que tenemos del trinomio ASE, determinante en nuestra personalidad ya madura. 





Es por ello que me inclino más por la idea de que más que nacer simpático-antipático-empático, es la conjunción de todo ese trabajo (genético-biológico, familiar, social, educativo y personal), lo que nos hace ser más o menos receptivos y tener determinados valores ASE. 

Es importante resaltar que los valores ASE, fluctúan según el día y la situación. 
No son valores estandarizados y cambian constantemente, aunque puede existir un intervalo de valores de mínimo a máximo sin necesidad de que aparezca o desaparezca totalmente esa capacidad.

Por decirlo de otra forma, sería como una receta de cocina que siempre tiene los mismos ingredientes, pero según el día, el Chef los combina de forma distinta.

Podemos ser empáticos y tener un día antipático.

Podemos ser muy simpáticos pero muy difícilmente empáticos.

Podemos ser antipáticos, pero estar simpáticos por alguna razón.
Existe entonces otra enorme posibilidad de combinaciones que dependerán del SER-ESTAR- HACER.

Como conclusión final podríamos decir que todos los valores y capacidades son variables, según el día y el momento y que el auténtico mérito, no es ser tan o cuan simpático o empático, sino ser capaz de mantener en óptimo equilibrio nuestros sentimientos, nuestras capacidades y la expresión de las mismas en el ser-estar y hacer.