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divendres, 27 de febrer del 2015

LA MUERTE DEL AMOR. ¿PUEDE EVITARSE?

El amor, igual que las personas, nace, crece, se desarrolla a lo largo de nuestra vida y tarde o temprano, muere.

También enferma de un modo más o menos grave, y por sí mismo, desgraciadamente, no puede curarse ni sanar. Necesita una ayuda de la/las persona/as a las que va dirigido.

En la historia de la humanidad siempre se ha hablado de las personas que mueren de amor, y no niego que pueda ser cierto.

Pero me gustaría hacer un receso en este sentido y comentar que, nunca he leído en ninguna parte alguna referencia a la grave enfermedad que puede padecer el amor hasta el punto de poder acabar con su existencia.

Es como si nos asustara el pensar que esa posibilidad no pudiera existir.

Preferimos pensar y verbalizar que se ha acabado, como dando a entender que podremos encontrar en otro momento una nueva vía para volver a implantarlo y desarrollarlo en todo su esplendor e intensidad. 
Lo que no decimos es que después de su primera muerte, ya no volverá a revivir como la primera vez nunca más.

Igual que la experiencia nos enseña a ver la vida tal como es, y necesitamos años para comprenderla y aceptarla, con el amor, ocurre exactamente lo mismo. El potencial de querer y de amar estará intacto, pero la desconfianza y el temor a sufrir, sobrevolará como una sombra ávida en todo momento influyendo negativamente en los sentimientos vinculados al amor.



La historia se inicia con el enamoramiento. 
No hay nada más intenso ni deseable que ese estado de dulce locura que filtra lo que vemos y lo que sentimos, sin poder tener control alguno sobre nuestros sentimientos y nuestras acciones.

Es como estar sumergido en una felicidad eterna que dulcifica cualquier eventualidad que se produzca en nuestra vida. Es una época dorada, espléndida y llena de alegría y satisfacción que nos gratifica por sí misma.

Nadie debería desconocer ese estado, en el que todo es como queremos y no como en realidad debería ser.

El problema se produce al intentar corporeizar esa sensación, ya que como cualquier percepción humana, necesitamos encontrar alguien a quién poder transmitir y trasladar lo que sentimos, y por el/la cual, ha nacido el amor.

Ese es el inicio de un amor, que empezará un periplo de aventuras en todos los sentidos, y desarrollará un vida más o menos plácida según los acontecimientos que se produzcan.

Ese amor, aprenderá un montón de cosas, adquirirá experiencias y sufrirá. En ocasiones enfermará y se recuperará. Pero tarde o temprano, va a llegar a un punto de “no retorno” y terminará muriendo progresivamente o de forma inesperada y rápida.

Como todo en esta vida, nada es eterno.

El proceso no deja de ser muy interesante. 

Cuando conocemos a alguien que nos gusta mucho, empezamos a imaginar y a cambiar nuestras necesidades y deseos en base a conseguir lo que queremos.

Si somos correspondidos, la ilusión y la felicidad, serán plenas y nos arrastrarán con fuerza hacia adelante.

Es un momento mágico, en el cual, somos capaces de hacer cualquier cosa y de afrontar todas las eventualidades que aparezcan.

Nos sentimos plenos, pletóricos, y con un potencial anímico impresionante.

Cuidamos de todos los detalles, nos cuidamos a nosotros mismos y a las personas que queremos, estamos predispuestos a todo, nunca tenemos un “NO”, nuestra actividad es máxima, y lo más increíble es que “TODO” nos parece bien y lo aceptamos sin un parpadeo ni una ligera duda.

Deseamos que llegue el fin de semana para perdernos en nuestra propia felicidad en un propósito sano y embriagador. 
No somos objetivos y podemos ver y percibir lo que vivimos como mejor nos parezca. 

Estamos en la época del noviazgo. 
A todos les gusta vernos así, y nos refuerzan y contagian con su propia alegría y mejores deseos para nosotros.

Hay que recalcar que en ese momento, la convivencia aún no existe. Nos vemos con nuestra pareja a días, fines de semana, pero no de forma continuada.

Podemos pactar, aceptar, adaptarnos e incluso disfrutar con el hecho de ver a nuestra pareja contenta y feliz. 

No hay nada que oscurezca el horizonte ni nuble nuestro día a día.

Con el tiempo, empiezan los achaques, al principio muy discretos y con largos intervalos temporales entre uno y otro, pero con el paso del tiempo, cada vez son más frecuentes e intensos. 

Tal como decía, el amor va creciendo y tiene mayor posibilidad de experimentar y vivir nuevas situaciones no tan rutinarias. Se expone a contaminantes diversos que empiezan a afectarlo de un modo significativo.

Las primeras exposiciones a estas situaciones virales, pueden desencadenar enfermedades que afectarán sin duda la vida del amor que teníamos hasta ese momento.

Y como en cualquier momento, algunas enfermedades serán leves y se curarán con o sin secuelas, pero otras pueden ser más complejas y de consecuencias más graves.

Estamos en una fase de tránsito en la que se irán produciendo períodos de todos los tipos de perfiles posibles. 

Alternaremos constantemente buenos y malos momentos, pero con cada experiencia negativa vivida, un rastro de dolor y de desengaño, aunque sea muy pequeño, se nos irá pegando muy despacio y sin hacer ruido, hasta que un día, el que tenga que ser, acabará por desencadenar una grave enfermedad en el amor, y éste, podría no superarla.

Hemos llegado a la última meta de la vida del amor: a sus últimos momentos antes de que cierre los ojos por última vez y no vuelva a abrirlos nunca más.


Pero igual que con los seres humanos, una muerte se equilibra con un nacimiento, y en el amor, afortunadamente, ocurre lo mismo.

De nuevo nacerá renovado y volverá a seguir su ciclo hasta el final.

No pretendo contar una bonita historia de amor ni desanimar a nadie al leerla, pero son muchos años escuchando a diversas personas hablar de lo que sienten y de sus experiencias vividas, y por ello, me guste o no, no me parece honesto quedarme solo para mí una experiencia generalizada que se va repitiendo de persona a persona, de generación en generación a lo largo de la vida del ser humano, dando igual de dónde sea, dónde nazca, dónde viva, de que época haya sido y dónde acabe con su último hálito de vida.