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dimarts, 11 de desembre del 2012

VIOLENCIA VERBAL

Deberíamos plantearnos hasta que punto somos capaces de darnos cuenta de lo mucho que podemos herir con las palabras que usamos, con lo que decimos.
Las palabras, pueden convertirse en poderosas armas de doble filo y generar muchos sentimientos negativos, que sin duda, afectarán nuestro desarrollo personal a lo largo de toda nuestra vida. 
Eso no significa que no podamos expresar lo que sentimos, es más, debemos hacerlo siempre, con espontaneidad o intención, pero con respeto (tanto hacia los demás como por nosotros mismos). 

En muchas ocasiones, al estar enfadados, molestos o airados por una situación, cambiamos el sentido de lo que decimos, y pasamos a otro nivel de comunicación: el que debería desestimarse por transgresor, agresivo, violento. Es un nivel basado en la pretensión de atacar al otro, desacreditarlo, empequeñecerlo, generarle una sensación desagradable de si mismo.

Si a esa o esas personas, les ocurre este hecho con frecuencia, acabarán siendo víctimas de la violencia verbal, y fácilmente se comportarán también como agresores, y así, sucesivamente en un ciclo que no se acaba nunca. Con un pequeño esfuerzo, podemos romper esa dinámica y cambiar. Seamos sinceros sin necesidad de ser desagradables, advirtamos sin amenazar, expliquemos acompañando y no obligando a creer, disfrutemos con el diálogo y no sólo con el monólogo.

Es posible erradicar la violencia verbal, pero será muy difícil conseguirlo si siempre esperamos a que sean otros los que empiecen a dar muestras de hacerlo.