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dimecres, 3 de desembre del 2014

EGO MIO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

El EGO (el “YO”), en Psicología, se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio.
Es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos físicos, psíquicos y sexuales.

Ya por su propia definición, podemos entender la importancia capital del EGO para todos y cada uno de nosotros.

Es nuestro DNI emocional, que enseñamos gustosos a cualquier persona para que no nos conozca para que sepa quién somos, que valemos, que queremos, y toda la información necesaria en base a dotarnos de una significación física y psíquica adecuada.

El ego, tiene muchas formas y muchas intensidades según la persona, la situación y el momento en el que estamos, y es por ello que, a mi entender, requiere una atención específica.




Tal como mencionaba, el ego es nuestra tarjeta de presentación, y aunque no seamos del todo conscientes, intentamos que sea lo más grande y poderoso posible. 
De este modo podemos impresionar, generar admiración, respeto y atención, lo cual, nos resulta imprescindible en muchos momentos de nuestra vida.

Buscamos cualquier forma de poder estimularlo a través de nuestras gestas personales, buscando la aprobación de los demás, pretendiendo ser lo más perfectos posibles y minimizar o reducir a la nada todo aquello que pueda dañarnos esa parte tan sensible e importante que nos arrastra a menudo por los caminos de la amargura.

El ego necesita un cuidado constante, toda nuestra atención y un trabajo exclusivo de muchos años de egoísmo acumulado que nos permitan alimentarlo debidamente para su progresivo crecimiento y desarrollo. 
Si no lo cuidamos puede que debamos pagar un alto precio.




El ego es pues como un hermano mellizo del que no podemos o queremos desprendernos y que nos influye en todos los sentidos para que creamos que lo necesitamos el resto de nuestra vida como único medio que nos asegure una felicidad completa.

El ego, funciona igualmente como un mecanismo compensador de determinados miedos que sentimos y producimos desde que nacemos hasta el final de nuestra vida. 
Esos miedos son complejos y diversos pero creo que una forma de recordarlos sin olvidarlos, es la que presentó en su ponencia “Mecánica y Mística de la Empatía“, el psicólogo clínico Fidel Delgado, consumado especialista en cuestiones emocionales, empáticas y de acompañamiento a enfermos en estado paliativo/terminal.

Para Fidel Delgado, hay un claro ejemplo con un guante que cubre los dedos de una mano. Si saludáramos con la mano enfundada en un guante, poca empatía podemos transmitir, ya que la sensación entre el que da y el que recibe, está significativamente disminuida por el aislamiento resultante del material del que está hecho el guante. 
Propone entonces liberar un poco el ego personal particular de cada persona, cortando las fundas de cada uno de los dedos de la mano, con lo que simbólicamente, nos despegamos de los miedos o temores básicos que influyen directamente en la estructura y organización interna de ese, nuestro ego. 

Cada dedo viene a simbolizar lo siguiente:

- Pulgar, que simbolizaría los temores referidos a nuestra propia valía, a nuestra autoestima y a nuestra capacidad de ser lo suficientemente capaces para demostrar adecuadamente nuestro potencial.

- Índice, que agrupa los miedos a ser criticados, infravalorados o desvalorados en general y a no ser tenidos en cuenta por los demás.

- Medio, que contiene los temores de ser rechazados, apartados y aislados por nuestros actos o formas de comportarnos.

- Anular, que incluye los miedos al compromiso, a sentirnos obligados y/o atados sin poder cambiar nuestra elección.

- Meñique, que se basa en el temor a ser “ninguneados” a pasar desapercibidos o a que no contemos para los demás.

Sin esos miedos, sin duda alguna, nuestro ego se adaptará mejor a lo que sentimos, y a la vez, a lo que creemos que los demás piensan o sienten por nosotros.





El ego entonces, suele funcionar con un doble sentido:

- De forma pasiva, como mecanismo compensador de una necesidad de ser mucho más de lo que realmente somos capaces, intentando esconder nuestras debilidades, inseguridades, dudas y carencias.

- De forma activa, como mecanismo liberador de una necesidad de expresar y/o exteriorizar una agresividad punitiva hacia el exterior que nos asegure un reconocimiento y un respeto para imponer nuestros deseos independientemente de lo que sientan o piensen los demás.



Como dice Marie Curie (1867-1934), física, química y matemática polaca:

             “En la vida no hay cosas que temer sólo hay cosas que comprender”

Es posible que en muchas ocasiones, nuestro ego, nos impida desarrollar nuestras capacidades más altruistas, forzándonos al egoísmo recalcitrante y a una vida de competencia con los demás, despreciando todo aquello que está por debajo de unas mínimas expectativas establecidas con rigor y artificialidad.

El debate que establecemos con nuestro ego hace que no nos identifiquemos con él. 
Si no lo podemos observar, es que somos él, y las consecuencias de ser un ego no son precisamente agradables, aunque al principio, pueda parecer lo contrario.

Con el tiempo, podemos ser mejores si no juzgamos, ni exigimos ni amenazamos con hacer o no hacer algo. 
El equilibrio es la base que aguanta a un universo infinito que se sostiene por la suma de sus partes en un orden que pre-establece la situación que requiere ese momento. 
Ha de ser fluido, flexible, y con poder de reconducir y regenerar las veces necesarias.

No se trata de negar o erradicar al ego, más bien, deberíamos trabajarlo para que sus efectos positivos facilitaran una adecuada vivencia de plena satisfacción y no únicamente de lucha en la que sólo pretendemos ganar y seguir avanzando.

El ego, eso sí, al cuidarlo y engrandecerlo, sin tener en cuenta su potencial perjuicio, nos permite conseguir una meta absoluta: asegurarnos de estar totalmente solos y aislados del resto de personas que nos rodean. Sólo importamos nosotros y nadie más. Al que esta situación le guste, que lo cuide mucho.

Creo interesante la reflexión que podemos hacer tras observar el video de Silvina Saguati, maestra argentina de EP. 

Como siempre, que cada uno saque sus propias conclusiones y utilice lo que crea conveniente para mejorar su situación actual.








dijous, 9 d’octubre del 2014

EL AMOR ES CIEGO: LA PRESBICIA EMOCIONAL.

Efectivamente el amor, es en muchas ocasiones, ciego.

Cuando amamos y sentimos el río del amor, cambiamos la percepción de una realidad objetiva por otra imaginada y absolutamente desmesurada. 
Varían multitud de aspectos fisiológicos y nuestro cerebro genera nuevas y potentes interrelaciones bioquímicas y eléctricas en nuestra compleja red neuronal.

Podríamos definir el amor como una relación con algo o alguien que nos produce un sentimiento de afecto, apego, deseo y necesidad que desemboca en unas actitudes, emociones y experiencias altamente significativas.

La presbicia emocional, es lo que yo denominaría como:

“La percepción hacia los demás, desajustada de la realidad. 
 Y precisamente este es el tema del post, hablar de la ceguera de amor que tanto nos afecta y nos confunde, con consecuencias emocionales muy intensas, y en muchas ocasiones negativas para los actantes de tan delicada relación afectiva.”

Con esta explicación intento aclarar que la presbicia emocional no sólo abarcaría lo que no queremos ver, sino también lo que no queremos oír y lo que no queremos decir. 

Por ello es un problema de percepción global, y sus consecuencias son realmente significativas.




En verdad, la culpa de todo es del enamoramiento, que en sí, actúa como un potente desinhibidor de nuestras percepciones, sentimientos, pensamientos y reacciones. 

Es el mayor responsable de los procesos irregulares a nivel racional que no se producen o lo hacen incorrectamente, a raíz de la “locura sentimental” que nos azota como un huracán de fuerza 5.

La descripción médico-psicológica del enamorado no tiene parangón y en ella, exaltamos y al parecer con convicción, los grandes cambios que podemos sufrir de un día para otro:

Creo que podría intentar describir relativamente lo que sucede y como lo vivimos.

Tenemos muy poca necesidad de dormir, ya que nuestras constantes ensoñaciones de lo que nos gustaría que ocurriera, sustituyen el cansancio de vivir en una dimensión normal, porque en este estado, vivimos en una dimensión desconocida.

No tenemos frío ni calor, ni hambre ni sed, no sentimos dolor ni prácticamente nada ajeno a nuestro propio pensamiento, que a su vez, se nutre de imágenes fantásticas que aún no tienen categoría de realidad.

Nada parece lo suficiente capaz para hacernos reaccionar. Estamos en una irrealidad paralela de la que no nos planteamos escapar.

La vivencia del tiempo es más caótica que nunca, y acabamos perdiendo del todo la capacidad de saber en qué hora, día o mes estamos.

Nuestra mente, constantemente estresada por miles de situaciones diarias, enlentece a un ritmo vertiginoso hasta que parece pararse y perderse en el infinito de nuestra etérea alma, por cierto, muy hiperactivada por los ríos de sensaciones emocionales que recorren todo nuestro organismo, físico y psicológico.

En fin, que casi dejamos de ser seres humanos para transformarnos en seres divinos con muy pocas raíces en tierra firme y un montón de expectativas afectivas que aparecen constantemente para nuestra propia turbación.

Bienvenidos a la locura humana más antigua que se conoce y por la que todos y cada uno de nosotros, deberá sentir en sus propias carnes, al menos una vez en su vida (en general, podría afirmar sin temor a equivocarme, que la viviremos más de una vez).

¿Qué ocurre entonces entre los enamorados?

¿Se comunican y se comprenden?

¿Son capaces de establecer otros vínculos con los que no lo están?

Esas y otras muchas preguntas siempre me han motivado a profundizar más en el tema y a crear hipótesis interesantes para ir desarrollando explicaciones convincentes y aclaratorias.





La comunicación en estos niveles de presbicia emocional es distinta a la que conocemos habitualmente.

Lo digo porque cuando solamente algunos ven determinadas cosas que otros no ven y las creen posibles, aparece un nuevo comparsa en la fiesta: el delirio.

Cuando hablo de delirio, me refiero exactamente a la diferencia existente entre mi percepción y la de todos los demás. Veo lo que veo y siento algo muy particular, que incomprensiblemente, nadie ve ni siente como yo.

Es como si desarrollara un cuadro delirante-alucinatorio pero en un sentido positivo por los claros efectos hipomániacos o maníacos que se implantan por toda la esfera cognitiva y sensorial. 
Bendito sea el subidón de ese enamoramiento.




Este estado parecido al de ensoñación, sustituye de modo inmediato todos los pensamientos negativos, minimizándolos en extremo, e incluso eliminándolos parcialmente durante el período que abarca este período delirante que deviene del enamoramiento.

El tiempo deja de ser objetivo, el pensamiento queda anclado en pocas escenas pero muy intensas, enlentecemos en general nuestro proceso psíquico generalizado (bradipsiquia) y nos centramos en nuestro interior con dificultades para acceder a otras informaciones y hechos de nuestro inmediato exterior.

Ha empezado una nueva etapa llena de ilusión, temor, ansiedad, duda, actividad frenética, deseo, y muchas sensaciones y sentimientos que no tienen orden ni razón lógica alguna.

Podríamos decir que perdemos inconscientemente el poder sobre nuestro pensamiento, conducta y actos a realizar. Nos movemos por impulso y actuamos espontáneamente sin razón aparente.

Esta primera parte se corresponde con el enamoramiento, y solamente si conseguimos superar esta visión presbiciana, podremos llegar a tener una relación más intensa y profunda que dará lugar al establecimiento del amor propiamente dicho.

Podemos estar enamorados y amar a una persona, pero cuando amamos, no necesariamente debemos estar enamorados.

Como siempre el misterio más antiguo de la Naturaleza y la auténtica vinculación de los unos con los otros, dependería de un sano equilibrio entre lo que pensamos y lo que sentimos, entre lo que decimos y lo que callamos, entre lo que admiramos y rechazamos y entre lo que esperamos y lo que debemos vivir sin otra opción intermedia.

El truco es simple yn a la vez complicado: enamorémonos para poder amar, y una vez conseguido amemos de forma enamorada todo lo que podamos.




La presbicia emocional, o llamadla como gustéis, existió desde un principio, sigue manifestándose en toda su plenitud y continuará como una compañera de vida de todos y cada uno de nosotros hasta el fin de la humanidad.





dimecres, 11 de juny del 2014

LO QUE PODRÍAMOS NO SABER DEL ALCOHOL


Se han dicho muchas cosas sobre los efectos del alcohol, su influencia, las consecuencias de tomarlo con regularidad, y del abuso y dependencia finales que suelen llevar a un deterioro significativo de la vida en todos los sentidos posibles, imaginables e inimaginables.

Es por ello que creo innecesario volver a hablar de lo que todos sabemos más o menos, y que ya nos han explicado profesionales, instituciones, campañas publicitarias de prevención y sanidad, medios de comunicación y otras.

Pero con los años de trabajo como psicoterapeuta, y a través de muchas situaciones con los pacientes que tienen problemas con el alcohol, me he ido dando cuenta de que el tema más candente y peligroso es la recaída que suele producirse después de haber intentado desintoxicarse, en un grado, a mi parecer, excesivamente alto.

A partir de ahí, me he centrado en la relación de la persona con el alcohol, desde un único punto de vista exclusivamente psicológico, que es con el que debo trabajar a nivel profesional.




¿Qué motivo puede impulsarnos a empezar a beber?

Muchas son las posibilidades a barajar:

- En casa cuando celebramos acontecimientos familiares y/o sociales en fiestas, aniversarios, festivos, celebraciones, etc.

- En compañía de amigos para sentirnos más adultos o reconocidos.

- Por conveniencias profesionales en comidas o cenas de negocios, como complemento para acompañar conversaciones más o menos trascendentes.

- Para olvidar o ayudarnos a disminuir la ansiedad y los problemas irresolutos de nuestras vidas.

- Y un largo etc.  siempre según cada persona y su situación.

En nuestra cultura el alcohol está prácticamente en cualquier evento de nuestro día a día, y puede a llegar al punto de parecer extraño el hecho de no beber.

Esta importancia del alcohol, lo hace casi imprescindible en nuestra vida cotidiana, y al ser una sensación tan generalizada y habitual, cerramos los ojos y seguimos adelante, pensando que a nosotros, los problemas derivados de beber alcohol, no va a producirnos efectos negativos (puedo dejarlo cuando quiera, tampoco bebo tanto, tengo control cuando bebo, se donde tengo mi límite, etc.).

Es cierto que hay personas que beben con moderación, pero desgraciadamente, están muy por debajo de las que beben de manera abusiva y regular.

El problema empieza cuando la percepción de lo que bebemos nosotros mismos, cambia significativamente con respecto a la percepción que tienen los demás de lo que nos ven beber, con el agravante de que no solemos darnos cuenta por el efecto depresor del alcohol en nuestro sistema nervioso central.

Empiezan a aparecer los rechazos sociales, profesionales y familiares, las situaciones de incomodidad, y el bebedor, solo encuentra cierta paz cuando habla con sus congéneres a los que les ocurre lo mismo. 
Tienen las mismas sensaciones y eso les refuerza a seguir consumiendo sin plantearse realmente hasta qué punto ha empezado a cambiar su vida.
Empieza a esconder que bebe y busca una justificación más o menos creíble para seguir haciendo lo mismo.




Centrémonos ahora en qué efecto psicológico produce el alcohol en los bebedores habituales.

En un estado de consciencia adecuado, muchas de nuestras peores opciones y posibilidades están reprimidas por nuestros mecanismos de defensa. 
De este modo, podemos seguir nuestra rutina con más o menos regularidad.
Es nuestro inconsciente el que encierra todo aquello que puede herirnos o limitarnos a un nivel emocional.

Al beber, y a partir de una cantidad concreta, empezamos a no tener la misma capacidad de reprimir, con lo que parte de lo que estaba contenido, empieza e emerger sin control alguno. 
Se destapa la caja de Pandora, y evidentemente, cada cual tiene la suya. 
Al aflorar lo que escondemos o nos angustia, concienciamos el malestar y dolor que realmente sentimos, y es entonces cuando se desencadena la auténtica crisis personal que estalla con todo su potencial de un modo totalmente consciente.

Al seguir bebiendo, la percepción emocional de lo que nos ocurre se modifica i cambia hacia otra dirección, y en este caso, lo que ocurre es que desaparece temporalmente esa sensación tan profunda y desagradable de malestar por lo que nos está ocurriendo.
Debemos recordar que la necesidad de beber para poder dejar de estar mal es también un hecho imperioso y sin precedentes.
Solamente bebiendo de nuevo, podremos afrontar el resto del día hasta que, de nuevo, necesitemos una nueva cantidad de alcohol.
En este momento también bebemos para paliar el mal estado que nos produce la falta de alcohol en nuestro organismo.

Y de ahí el problema.

Una vez somos conscientes de lo mal que estamos, es muy difícil encontrar consuelo en un estado consciente cargado de emociones negativas, y solamente nos alivia volver a beber para borrar, aunque solo sea por un instante, nuestro persistente infierno personal.

Por ello, una atención psicoterapéutica que nos ayude a elaborar nuestros conflictos, es imprescindible para superar la posible recaída en la bebida, al menos, en una amplia mayoría de las ocasiones.

Las emociones reprimidas que estaban en el inconsciente ya no están escondidas, sino todo lo contrario, nos las vamos encontrando en cualquier momento del día o de la noche, generando una necesidad de olvidar lo que nos pasa o nos ha pasado, pero sin tener las armas ni las estrategias suficientemente eficaces para poder resolverlas.

Desde mi punto de vista, y sin querer contradecir absolutamente a nadie, esa, es para mí la principal causa de las recaídas en el consumo de alcohol.

Esa situación no debe desanimarnos ni hacernos pensar que no podremos superarlo, ni mucho menos. Todos podemos enfrentarnos con nuestros fantasmas, pero eso sí, debemos saber cuáles son, porqué aparecen, de que se nutren y como alejarlos o eliminarlos definitivamente de nuestra vida.




Creo que es una manera factible de que podamos entender las repercusiones del porqué tenemos una necesidad de volver atrás para intentar mitigar el dolor, sin plantearnos otras posibles opciones, que aún siendo difíciles, pueden ayudarnos a superar mejor un hábito autodestructivo.

Los hábitos, sean los que sean, siempre pueden sustituirse por otros más adecuados y constructivos, que nos ayuden a vivir y desenvolvernos con una mayor serenidad, tranquilidad y posibilidad de reorganizar nuestra vida de una forma positiva y con un mayor contenido de satisfacción.




dimecres, 16 d’abril del 2014

INVASIVOS O APASIONADOS: ¿QUÉ ES LO QUE SOMOS?

Cuántas veces hemos tenido malas sensaciones con los demás cuando nos han tachado de invasivos, entrometidos, directivos, o incluso manipuladores, sin ser esa nuestra intención, ni mucho menos producir ese efecto y consecuente reacción.

Por ello me gustaría hablar del "apasionamiento" y diferenciarlo en lo posible del concepto “invasivo”.




La pasión puede definirse como una emoción o un sentimiento muy fuerte hacia alguna persona, creencia, idea u objeto al/a la que centramos la mayor parte de nuestra atención y dedicación mientras nos sentimos de esa forma. 
Lo que deseamos nos satisface, y eso aumenta o mantiene el nivel de pasión.

En cambio, la base de ser invasivo está en el dominio, en otras palabras, en el poder, y esa sensación de fortaleza y control nos puede llevar a la felicidad, igual que en el caso de ser apasionado. 
En este caso, lo que queremos nos hace sentir poderosos, fuertes, y eso aumenta o mantiene el nivel de dominio.



Desde un punto de vista psicológico resulta interesante lo fácil que resulta confundir y malinterpretar a ambos tipos de personas, por lo que creo conveniente explicar como son y reaccionan estas personas por sí mismas y ante los demás.

La “persona apasionada” (PA), se caracteriza por vivir intensamente todo aquello que le ocurre, imagina o desea. 
Está tan ilusionada con lo que siente que no suele darse cuenta del efecto que provoca en los demás. 
Es entusiasta hasta lo inimaginable, y parece que su energía brota sin parar desde su interior. 
Está en todas partes y sin ser consciente genera cierta inquietud y, en ocasiones, rechazo debido a su particular actitud, que puede considerarse de excesiva vehemencia. 
No repara en lo que es correcto sino en lo que desea, y precisamente eso favorece conductas impulsivas que pueden acarrearle consecuencias. 
No se desanima con facilidad y es muy persistente con lo que quiere conseguir aunque sea difícil y tenga pocas posibilidades de tener éxito. 
Suele ser considerada como una personalidad densa, con aparente falta de tacto y de control emocional. 


La “persona invasiva” (PI), necesita el reconocimiento y busca dominar al otro para sentir su propio poder. 
Su objetivo principal es el control de la situación y tener bajo su dominación a toda persona que tenga a su alcance. 
Lo vive como una necesidad imperiosa que debe conseguir como objetivo, actuando con toda su consciencia y la dureza necesaria para tener lo que quiere. 
No parece importarle el daño que puede causar ni la influencia negativa que genera al otro. 
No es considerada ni pretende serlo. 
Solo le vale ganar y a cualquier precio. 
No suele tener buena prensa ni un soporte por parte de los demás. 
Siempre está en un constante estado de alerta porque no sabe cuándo puede perder aquello que le ha costado tanto conseguir.




Lo más complejo e inverosímil, es como siempre, la combinación de ambos, dando como resultado un complejo perfil de cuidado.

¿Cómo es y cómo funciona un “apasionado invasivo” (AI)?

En este caso, todas las alertas son pocas, ya que nos encontramos ante un auténtico muro en el que colisionamos una y otra vez. 
Por un lado será una especie de torbellino que encontraremos en todas las actividades, conversaciones, o cualquier cosa que se nos ocurra. 
Son personas que carecen por completo de límites tanto con respecto a sí mismos como con respecto a los demás. 
Si fueran un día de la semana serían el jueves, y si fueran un día del mes, el 15 (son el ingrediente esencial de toda receta).

Y lo más importante y característico de su personalidad y funcionamiento es que no se dan cuenta de hasta qué punto pueden llegar a desgastar a los que les rodean, pareciéndoles increíble que los rechacen o los eviten la mayor parte del tiempo posible. 
Se sienten incomprendidos y duramente juzgados sin entender el porqué y pueden llegar a extremos de sentirse ellos las “víctimas propiciatorias” del egoísmo y desconsideración de los demás.

Estoy seguro de que todos conocemos a alguien con esas características y ese comportamiento.

En estos casos, no necesariamente el producto resultante de la mezcla [persona apasionada + persona invasiva] contiene lo mejor de cada factor, sino más bien, todo lo contrario. 
El AI, es así. 
En realidad no pretende causar problemas, pero si no sabe administrarse o contenerse, puede llegar a ser letal. 
Literalmente funde a los que les rodean como si fueran copos de nieve al sol.


El problema radica en que no siempre podemos encontrar la manera de evitarlos, y ello conlleva un sacrificio personal que es difícil de aceptar. 
Algunas opciones a intentar podrían ser:

- No proporcionarles información personal ni motivadora. Cuanto más aburridos seamos menos atención recibiremos por su parte.

- No creer todo lo que nos dicen con esa seguridad aparente de saberlo absolutamente todo. Solemos acabar con la sensación de ser poco capaces y de tener más miedos y complejos de los que en realidad tenemos.

- No debemos creer todo lo que nos cuentan. Parece que no sabemos organizarnos, vivir la vida o disfrutar de nuestro ocio cuando lo tenemos.

- No personalizar nunca la opinión que nos den. Podemos pensar sobre ello y aplicarlo a nuestra conveniencia, pero no cambiar nuestro modelo por el que nos ofrecen como único y veraz.

La huida masiva de este tipo de personas no nos soluciona el problema, por lo que debemos ser más receptivos con nuestra propia elección de a que distancia queremos estar.



Eso no quiere decir que todos los AI sean iguales ya que, afortunadamente, las personalidades de un mismo tipo aunque parecidas tienen gradientes de intensidad.

En algunos casos los AI son plenamente aceptados cuando su equilibrio interno les permite ser más conscientes de su capacidad de adaptación (familiar, social, profesional y personal) y como interactuar de un modo adecuado sin consecuencias negativas para nadie.

Aparecen entonces modelos personales que generan admiración y un trato destacado y benevolente que les permite realizarse a todos los niveles y sentir que no sólo son aceptados sino que a demás, sirven como referencia a muchos de los que les acompañan.



Cuando era niño me enseñaron una “máxima” que creo representativa para aplicar en lo posible: a veces los extremos no son la elección más conveniente. 
La moderación no es siempre una justificación cobarde ni una excusa para no decidirse. Teniendo en cuenta este principio, podemos continuar siendo nosotros mismos con menor carga ansiosa, ya que en las ocasiones que decidimos ser extremos, aumenta el riesgo de equivocarnos, y por consiguiente, aumenta de igual manera nuestra tendencia a sentir y manifestar ansiedad.

Sólo la experiencia acumulada en multitud de situaciones parecidas puede ayudarnos a elegir la opción más conveniente, que no necesariamente ha de ser la que deseamos o la que necesitamos.

Saber elegir implica mejorar nuestra calidad de vida práctica, pero no siempre la de nuestra vida emocional. Por ello mostramos actitudes invasivas, apasionadas o mixtas según el momento que vivimos y la situación que se desencadena.



dissabte, 29 de març del 2014

ESTIGMA Y ENFERMEDAD MENTAL

Según el sociólogo estadounidense Erving Goffman, se define “estigma” como la condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que su portador sea incluido en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa, viéndoles culturalmente como inaceptables y/o inferiores.
Ello implica pertenecer necesariamente a un grupo social menospreciado.

Se produce entonces un hecho vinculante, en el que aparecen dos roles complementarios: el estigmatizador y el estigmatizado.


Las personas estigmatizadas tienden a ser rechazadas y aisladas del resto, con las consecuencias negativas que esta situación puede generarles. 
Los estigmatizadores pueden cometer actos extremos al actuar como jueces y liberar su abierta oposición a estos grupos menos favorecidos por el trato interpersonal. 
La estigmatización ayuda a determinadas personas a tener más alta autoestima y a sentirse poderosos (afán de ser mejores que los demás a cualquier precio), al compararse con los menos favorecidos o los que tienen más dificultades para desarrollarse con normalidad.

La estigmatización podría considerarse entonces como una forma deshumanizada de percibir y actuar ante los demás en ese sentido. 
Muchos profesionales en salud mental la consideran como una consecuencia de las limitaciones y ausencia de habilidades sociales y de conductas asertivas y adaptativas de algunas personas.

Ésta ilustración añadida a mi post, la he encontrado en la Revista de Psicología On-Line (Paper Blog) de un artículo escrito por Lizardo, la he traducido y creo que expresa una visión muy general y extendida en lo referente a la estigmatización.



Todas las personas que padecen una enfermedad mental tienen importantes dificultades para poder desarrollar su vida con una calidad y normalidad mínimas. 
Se producen numerosas interferencias que les perjudican notablemente, entre otras son significativas:

- Los entornos socio-familiares. En ocasiones no entienden al enfermo pero le juzgan y le dirigen, como si con ello pudieran conseguir un cambio significativo. Se crea, casi por obligación el vínculo cuidador-enfermo, y se deja de lado una relación espontánea para crear otra mucho más práctica y directiva que no favorece una sensación adecuada de intercambio afectivo gratificador.

- Las limitaciones del propio enfermo. En muchos casos NO le permiten adaptarse suficientemente bien, y por lo tanto, le producen un gran desconcierto y unas dificultades añadidas, si cabe, a su ya complicada situación.

- El difícil acceso a un tratamiento adecuado. Debido al miedo o temor a ser reconocidos como enfermos mentales, y a que sean rechazados en muchos de los ámbitos en que se desenvolverán en su vida (trabajo, ocio, relaciones interpersonales, actividades, etc.), evitan mostrarse en su mayoría, escondiéndose de las posibles críticas y eludiendo así alguna posibilidad de mejorar en manos profesionales adecuadas.

- La incomprensión y la actitud de duda. Muchas personas no saben cómo actuar ni que pensar ante una persona con enfermedad mental. Las posibles discriminaciones o suposiciones al respecto, inciden muy negativamente en la posibilidad de mejorar su estatus personal y emocional, rehuyendo al enfermo o no aceptando que lo está.

Las etiquetas sociales a estas personas, son un preludio de un calvario que deberán asumir y pasar a lo largo de su vida, siendo en muchos casos muy difícil poder desarrollarse y convivir en paz con una calidad de vida mínimamente satisfactoria.

Por ello el hecho de “etiquetar” influye en los propios enfermos a nivel de autoestima y reafirmación. Se notan diferentes, pero a peor. 
Se sienten rechazados, ignorados, incomprendidos y sin un apoyo real que pueda ayudarles a producir un cambio en su percepción emocional y en su actitud ante la vida.

Habitualmente, la “pena” es su eterna compañera de viaje, y desde mi punto de vista, es lo peor que puede ocurrir. 
No se sienten aceptados, ni considerados ni queridos, sino simplemente atendidos por un sentimiento distante de forzada comprensión por la aceptación ética, moral y social que marca obligadamente este tipo de actitud.

Aparece entonces la segunda compañera indeseable de viaje, la “sobreprotección”, la cual perjudica aún más el poder establecer una adecuada autonomía del enfermo (la que sea posible) y una visión positiva respecto a un tratamiento específico que podría mejorar la situación del enfermo a todos los niveles necesarios.


Aceptar la enfermedad es aprender a convivir con ella y con sus limitaciones. 
Eso es lo que hace más fuertes a enfermos, familiares, cuidadores, y amigos, facilitando una motivación en establecer objetivos determinados a cumplir conociendo antes cuáles son los auténticos límites personales y el posible nivel de exigencia para conseguirlos.

No todas las enfermedades mentales tienen el mismo pronóstico ni la misma evolución, y dependiendo del grado de gravedad, pueden acercarse mucho a una vida dignamente aceptable.

Aunque se ha dicho en un sinfín de ocasiones, sería muy importante que los medios de comunicación más significativos (televisión, radio, prensa) favorecieran una visión más clara y completa de lo que son los trastornos mentales y de las inter-relaciones que se producen en todos los ámbitos implicados (familia, instituciones, amigos, profesionales, etc.), sin olvidar que existen variedad de tipos y de muy diferentes configuraciones, con lo cual, las generalizaciones y etiquetas, tal como mencionaba anteriormente, no hacen otra cosa que empeorar esta situación de percepción global a nivel social. 




Con ello no quiero decir que sean ellos los responsables o culpables de la posible estigmatización, ni mucho menos, ya que su función es en principio informativa y se basa en plasmar opiniones y puntos de vista sociales, políticos, religiosos, etc. y acercarlos a todo el que quiera escucharlos.

Pero si me gustaría sugerirles que plantearan la posibilidad de transmitir unas informaciones debidamente contrastadas por realidades existentes, teniendo en cuenta las consecuencias de lo que se explica y del efecto que puede tener tanto al estigmatizador como al estigmatizado.

Con el tiempo y la consideración precisa y adecuada podríamos cambiar a mejor, sin ninguna duda, pero para ello debemos realizar un esfuerzo personal, y no por qué nos lo pidan o sea lo que se espera de nosotros, sino porqué así lo sentimos y deseamos para los que conocemos y para los que no.

Todo ser humano desfavorecido en ese sentido, debería tener la oportunidad de llegar hasta donde alcance su esfuerzo y capacidad, con la ayuda necesaria y sin trabas ni obstáculos que impidan en muchas ocasiones la posibilidad de ser un poco más feliz, tanto a nivel de auto-aceptación como de aceptación social.

Deberíamos aprender a reciclar todos los sentimientos negativos y etiquetas para obtener unos productos finales muy necesario en estos días, tal como son la comprensión, el respeto, la tolerancia y la aceptación.


En las enfermedades mentales coexiste sufrimiento y dolor, que puede ser mínimamente atenuado con una receta muy simple de explicar y de llevar a cabo:

- Una cucharada de esfuerzo personal

- Doscientos gramos de inversión de tiempo

- ½ kg. de cariño

- Ilusión y motivación, al gusto del realizador

¿A que no es tan difícil como parecía, verdad?












diumenge, 9 de març del 2014

COMUNICACIÓN Y PSICOLOGÍA.

Son un tándem básico e imprescindible para cualquier relación humana.

Hay que saber mostrar un contenido (comunicación) y hacerlo de la forma más adecuada posible (psicología). Hablaremos entonces de la psicología de la comunicación.


Me gustaría empezar definiendo éstos dos conceptos.

Entendemos por COMUNICACIÓN, aquel proceso bilateral en el que dos o más personas se ponen en contacto al opinar o dar ideas sobre algo o alguien. 
No hay que confundir comunicar con informar, ya que éste último concepto tiene un proceso unilateral, no pretendiendo realizar un intercambio. 
De ahí que la comunicación sea mucho más compleja de lo que suponemos, porque implica una emisión, una recepción, una comprensión, y una respuesta.
Por lo tanto, gracias a la comunicación, los seres humanos se conocen, se relacionan y se agrupan entre ellos según su conveniencia.



Cuanto mayor es el nivel de comunicación, mayor es la intensidad de la relación que se establece, y ello nos permite sentirnos más reforzados y motivados en nuestros propios proyectos/objetivos que nos vamos planteando a lo largo de nuestra vida.


La comunicación implica una serie de pasos necesarios para que tenga sentido:

· Ideas y/o mensajes que queremos expresar

· Desarrollar un código entre emisor y receptor para entender lo que expresamos

· Transmitir la información

· Que la información llegue al/los receptor/es

· Que se interprete lo que dice el emisor

· Una respuesta del receptor al emisor


Y es en este proceso en el que la psicología tiene una importancia capital. 
Tendrá mucha importancia la forma en que se realice todo este proceso, ya que en un sentido real, es tan importante la forma como el contenido.

Cuantas veces nos negamos a escuchar por la forma no adecuada en que nos dicen el mensaje.



Deberíamos conocer los efectos que producen en los demás nuestras respuestas y que repercusiones tienen a su vez respecto a nosotros mismos. 
Entremos de lleno en el aspecto de la PSICOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN

Cuantas veces en publicidad, por ejemplo, hay que tener mucho en cuenta como decimos o expresamos lo que queremos comunicar a los demás. 
Saber la forma de llegar a otros, los mecanismos de llamar la atención sobre algo y conseguir que nuestro objetivo alcance el nivel de aceptación que pretendemos, es la base de la psicología de la comunicación. Intentamos analizar y predecir lo que los demás necesitan y lo que necesitamos nosotros, con lo que gracias a este conocimiento, mejorará nuestra comunicación. 
Mediante la psicología de la comunicación, podremos cambiar aspectos y respuestas para ser más asertivos, y mejorar nuestros resultados y conductas.

A nivel de relaciones afectivas, suele ser muy difícil la comunicación inter-generacional, puesto que las diferencias en ese sentido obligan a un cambio de enfoque por necesidad, ya que si persisten los mismos formatos, la comunicación no va a mejorar.

La psicología de la comunicación no se considera en la actualidad como una especialidad ni como una disciplina independiente, sino como un campo de investigación. 
Puede que ello se deba a la subjetividad con la que se valoran los hechos que la desarrollan y que hasta que no puedan generarse leyes más definitivas, solo podamos especular con posibilidades.

Según Juan Mayor Sánchez, catedrático de la Escuela Universitaria y profesor de Psicología de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, el objeto de la psicología de la comunicación sería la conducta comunicativa, la comunicación conductual, la perspectiva conductual de toda conducta, la influencia de la comunicación en otros procesos conductuales y la de éstos sobre la comunicación. 



Lo más importante que querría exponer en este post es lo imprescindible de la comunicación en el ser humano y en las formas u opciones de hacerlo lo mejor posible.

Para ilustrar lo que os explico me gustaría referirme a un libro: “Parlant la gent s’estima” escrito por Ferràn Ramón-Cortés, eminente consultor y experto en comunicación personal. 



Cuando no existe una buena comunicación ni tenemos un mínimo de sensibilidad en cuidar las formas (psicología básica) se producen importantes interferencias que dificultan el establecimiento de relaciones afectivas satisfactorias. 
Es por ello que deberíamos ser capaces de generar un punto autocrítico suficiente para poder cambiar y mejorar esos déficits psicológicos y comunicativos.


Muchos de los problemas entre nosotros se deben exclusivamente a malas comunicaciones y a erróneas interpretaciones que a su vez, generan conductas de ataque, no asertivas y muy críticas con los demás.

Es conveniente reconducir estos errores a una balanza positiva que nos facilite un intercambio satisfactorio y productivo con nuestros congéneres y a la vez, tener muy claras unas estrategias que nos ayuden a conseguirlo, de las que destacan entre otras:

- Saber escuchar

- Preguntar y aclarar si nos hemos entendido

- Tener tolerancia

- Ser pacientes

- Observar más que juzgar

- No acaparar todo el diálogo ni la atención de forma permanente

- Valorar en lo posible aquello que expresan los demás

- Dar la máxima información posible a nuestros oyentes



Buscamos como siempre un equilibrio intra e interpersonal que influya positivamente para mejorar nuestra satisfacción y el placer para relacionarse a nivel social, y no solo en situaciones muy conocidas o que tenemos muy controladas.

diumenge, 9 de febrer del 2014

PSICOLOGÍA Y LA TEORÍA DEL CAOS

La teoría del Caos, vendría a explicar las variaciones y fluctuaciones que se producen en cualquier sistema, y que a su vez, condicionan en sentido holístico la estructura del mismo, no sabiendo exactamente lo que puede pasar en el futuro.
Ello influye en los hechos que se van a producir, ya que al no poder estar seguros de que nuestras hipótesis y supuestos explicativos de probabilidad se cumplan, debemos rechazarlos y esperar con ciertas dudas e inseguridad lo que podemos saber y controlar con respecto a aquello que va a ocurrir.



En psicología, la teoría del Caos tiene mucha importancia y nos lleva inexorablemente a multitud de posibilidades que son muy complicadas de poder concretar. 
Eso no significa que no puedan deducirse posibles opciones, pero nunca con la plena seguridad de que se produzcan tal como las pensamos.

Podría explicarse con un ejemplo:
imaginemos un niño que ha nacido en un entorno complejo. Sus padres están separados, tienen problemas con las drogas y rasgos de conducta alterada por las circunstancias de su vida. Ese niño, vive como puede y tiene pocas posibilidades de ser cuidado con afecto y reconocimiento. 
Con los años, desarrolla su supervivencia en lo que va conociendo de la calle y sin modelos a seguir que puedan ayudarle a identificarse.

¿Quiere eso decir que dicho niño tiene muchas posibilidades de sufrir un trastorno mental, una conducta desadaptativa e incluso ser rechazado por sus respuestas a nivel interpersonal?

Pues no tiene que ser así ni puede presuponerse. De ahí la importancia de la teoría del Caos. 
Que todo apunte en una dirección no implica necesariamente que deba ser así. 
Multitud de variables que no pueden ser controladas tienen un claro efecto particular y único en cada circunstancia que ocurre en nuestra vida.

El Caos es pues imprevisible y evoluciona de forma inestable e irregular, cambiando todo aquello que parece inmutable y definido. Se enfrenta de algún modo a las teorías y tendencias reduccionistas, deterministas y regidas únicamente por el dueto Causa-Efecto.

Intentaré centrarme en dos cuestiones básicas de la psicología que tienen mucho a ver con el efecto que produce el Caos: pensamiento y vida.




PENSAMIENTO.

Gilles de Leuze (1925-1995), uno de los filósofos franceses más influyentes del siglo XX, afirmaba que el pensamiento mantiene una lucha constante en dos direcciones:
- en una dirección el pensamiento se enfrenta al Caos, en la otra, a las opiniones.

El pensamiento se enfrenta al Caos bajo tres formas diferentes: la filosofía, la ciencia y el arte. 
Serían las tres Caoídeas (como él las llamaba), las tres hijas del Caos y el Pensamiento.


La filosofía se enfrenta al Caos construyendo conceptos, mediante personajes conceptuales sobre un plano de inmanencia (lo opuesto a trascendencia).
La ciencia se enfrenta al Caos mostrando que a pesar del aparente desorden que nos impide saber con exactitud ciertos fenómenos, existe un orden detrás de ellos. Así lo expresa el matemático Douglas Hofstaedter: "sucede que una misteriosa clase de Caos acecha detrás de una fachada de orden y que, sin embargo, en lo más profundo del Caos acecha una clase de orden todavía más misteriosa".
El arte se enfrenta al Caos construyendo preceptos y afectos mediante figuras estéticas sobre un plano de composición.

Estos tres ámbitos a los que se enfrenta el pensamiento ocupan el mismo lugar.
No hay un primero ni un último.


  • Desde un punto de vista filosófico, el azar es rey y se puede parodiar a Heráclito diciendo que es “el padre de todo”. Al parecer no hay pautas en la naturaleza y todo se halla en el almacén de las posibilidades. Los presocráticos pensaban que todo ocurría según una ley natural. Platón consideraba que la materia era caótica con unas formas características excluidas de un orden: las ideas.La Filosofía de la Edad Moderna en este tema plantea un cambio fundamental a partir del pensamiento de Descartes: El orden es primariamente un orden del conocer.Este principio es válido tanto para los racionalistas como para los empiristas.



  • Desde un punto de vista científico, hoy en día se ha llegado a la conclusión de que una ley puramente determinista puede manifestarse por fenómenos totalmente aleatorios. Esta característica está dada por el carácter no lineal de las ecuaciones matemáticas que modelan el sistema físico. Dado que estas ecuaciones no permiten una solución analítica exacta los científicos han tenido dificultades para construir teorías que permitan su predicción. Mucho se ha avanzado gracias al uso de las computadoras, que han permitido al matemático explorar e identificar pautas de comportamiento indispensables. Esta nueva aproximación, en la que interviene una combinación de "experimentos" numéricos y de análisis matemático, ha dado origen a un campo llamado dinámica no lineal. Quienes trabajan en él usan el término Caos para referirse al comportamiento irregular e impredecible, aunque determinista, de los sistemas no lineales.Tanto para Llya Prigogine (catedrático ruso de física y química) como para Jacques L. Monod (biólogo francés), la creatividad de la naturaleza solamente puede provenir del caos. Mientras la ciencia clásica miraba el mundo como un sistema cerrado por la causalidad, la física moderna lo ve como un sistema continuamente abierto a la innovación. Los partidarios de una libertad absoluta en la naturaleza parecen afirmarlo. Según ellos, nada tiene por qué repetirse. El futuro se abre en cualquier rumbo y no podemos predecir ninguna dirección.



  • Desde un punto de vista artístico, tal como dice Fidel Munnigh (profesor de la Universidad de Santo Domingo), podría afirmarse que todo el proceso de creación artística y estética (lo mismo en la tradición clásica que en las vanguardias modernas) es un intento por establecer un orden dentro del caos. Si bien el referente es siempre una realidad caótica y fragmentaria, el resultado del proceso creador es un producto: un texto, una obra, un signo que, en su productividad y en su finalidad, constituye un orden discursivo. Crear es abrirse radicalmente a lo desordenado, lo azaroso, lo impredecible, lo indeterminado. Ordenar lo Informe. Organizar el Caos. El impulso creador no es sino un esfuerzo por tratar de introducir algo de orden dentro del Caos originario. Orden y Caos son antinomias que rigen nuestras vidas. En el arte como en la vida oscilamos perpetuamente entre la necesidad de orden y armonía, por un lado, y la voluntad de Caos y ruptura, por el otro. Voluntad que es apertura al abismo, vértigo de la vuelta al caos primigenio. Vivimos en un mundo caótico y fragmentado, pero es preciso poner en él unidad y coherencia, verle como totalidad, como todo orgánico. Para ello tendríamos que inventar una manera nueva de vivir y de entender la vida. Lo que supone también una manera nueva de producir y de percibir el arte.



VIDA.

¿Qué es lo que diferencia al hombre de los animales? 
Antropológicamente hemos intentado diferenciarnos de los animales engrandeciendo nuestra propia vanidad como seres superiores y distintos, ¿pero lo somos realmente? 
Suponemos que somos más evolucionados por tener un alma y una mente lógica, pero de algún modo, los animales la tienen también, aunque sea instintiva y para su supervivencia. 
De ahí que no todo pueda ser tan previsible ni deducible. 
Deberíamos valorar el momento presente para saber las posibles opciones de respuesta pero no necesariamente la que vamos a obtener.

Diría pues que creamos lo que creamos, parece innegable el efecto del Caos en lo que concierne a la vida y a como se desarrolla en determinados momentos según lo que sentimos, vivimos, hacemos o creemos.

Desde lo más profundo de nuestra consciencia personal parece que necesitamos que no todo sea previsible aunque sí algo que se desarrolle en un sentido, puesto que sólo así nos motivará luchar en un sentido o en otro para llegar a nuestros objetivos.

Y precisamente esa es la razón de todo y a la vez, la gran duda que no deja translucir que es lo que puede ocurrir realmente al final.

De ahí que la vida debería ser considerada como la responsabilidad de muchas variables circundantes, situaciones vividas, compañías y decisiones tomadas que determinarán aquello que vivamos y podamos llegar a comprender y sentir al final de nuestro periplo en este complejo mundo.

Si os apetece y tenéis un poquito más de tiempo, hay una bonita explicación en este vídeo (en el intervalo de tiempo de 1:00 a 2:30). Da un poco que pensar en la importancia de lo que sentimos y que no es posible mesurar bajo estrictas medidas cuantitativas. 



 



dijous, 16 de gener del 2014

EL LADO OSCURO DEL SER HUMANO

Toda persona tiene un lado oscuro, que esconde en su interior de forma más o menos consciente y que puede manifestarse según el momento y la situación que se esté viviendo.

Hay muchos ejemplos de expresión de este lado oscuro, en dónde hemos mostrado parcialmente o en su totalidad, esa parte escondida que asoma para mostrar su auténtica esencia negativa y un tanto maléfica, con el agravante de que no puede considerarse únicamente como un impulso o instinto primario que surge de nuestro inconsciente de forma espontánea y no premeditada.




El Dr. David Figueroa Flores, psiquiatra y Máster en PNL, lo denomina “sombra personal” y se desarrolla y crece desde nuestra infancia con todas aquellas experiencias, aprendizajes y situaciones vividas que son desterradas por nosotros mismos o los demás, al no ser consideradas adecuadas para mantenerlas en vigor en nuestra vida rutinaria. Es como un vertedero al que vamos llenando de desperdicios y que de un modo u otro, con el paso del tiempo, aparece pequeñas muestras de su existencia (mal olor, suciedad, etc.).

Nuestra sombra personal se debate con nuestra consciencia para manifestarse día a día, y ello nos obliga a un esfuerzo suplementario de intento de contención y/o represión que no siempre conseguimos realizar.

Esta sombra y su necesidad de manifestarse, debe mantenernos en un estado permanente de alerta, puesto que podría acarrearnos multitud de problemas en todos los sentidos.

Aparece en momentos en los que nuestro estado de consciencia puede cambiar (relajarse o alterarse):

- Al dormir, soñamos con multitud de extrañas situaciones y a la vez, inverosímiles donde las haya. Nuestras defensas conscientes no pueden contener con la misma fuerza esos impulsos más oscuros.

- Al haber consumido determinadas substancias (drogas, alcohol, psicotrópicos,…). Actúan como depresores de nuestro Sistema Nervioso, y por lo tanto, permiten que se liberen con más facilidad cualquier tipo de deseos y pensamientos menos “adecuados”.

- En una discusión acalorada en la que nos sentimos enfadados, airados y alterados, por algún motivo podemos mostrar nuestra agresividad y/o violencia ante el asombro de los que nos conocen (y que nunca nos habían visto así)

Es importante pues que tengamos presente en nosotros esa sombra personal y no nos la neguemos ni nos la ocultemos, puesto que sólo siendo conscientes de su influencia podemos controlar sus manifestaciones. Eso no quiere decir que podamos someterla, pero por lo menos estaremos con un nivel de alerta suficientemente activo como para evitar descontroles significativos en nuestras respuestas conductuales.



Las preguntas obligadas que se me ocurren ante esa situación son las siguientes:



¿Es el ser humano bueno por naturaleza?

¿Puede controlar esa sombra personal en cualquier situación?

¿Qué desata los actos más agresivos y violentos en el ser humano?

¿Podemos convivir con nuestra sombra personal sin temor alguno?



En el punto en que estamos ahora, parece que nuestro lado más negativo acecha constantemente y espera una mínima oportunidad para mostrarse en todo su potencial. Si esa opción fuera cierta, deberíamos deducir que el ser humano es oscuro por naturaleza y que tratamos de controlar constantemente dicha actitud negativa y desadaptativa.




Yo no creo en absoluto que sea así. 

Ante determinadas presiones en cualquier ámbito que pueda influirnos y ante la iteración y repetición de situaciones que nos hacen sentir frustrados e insatisfechos, podemos liberar nuestra “bestia interior” y generar conflictos intra e interpersonales.

Ello solo reafirma la gran capacidad del ser humano en ser influenciado y en actuar conforme a una figura de autoridad, orden o compromiso adquirido ante otros congéneres, a los que se les presupone por encima en una estructura de poder y/o respeto.

Hay un ejemplo a tener en cuenta que puede ayudar a entender lo que ocurre en situaciones extremas: 
EL EXPERIMENTO MILGRAM.
Para explicar dicho experimento, cito textualmente lo que aparece en la Enciclopedia Libre Universal en español.

El experimento de Milgram fue un famoso ensayo científico de psicología social llevado a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, y descrito en un artículo publicado en 1963 en la revista Journal of Abnormal and Social Psychology bajo el título: “Estudio del comportamiento de la obediencia”, y resumido en 1974 en su libro: “Obediencia a la autoridad. Un punto de vista experimental.”

El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aún cuando estas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal.

Los experimentos comenzaron en julio de 1961 un año después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania.

Milgram estaba intrigado de cómo un hombre completamente normal e incluso aburrido y que no tenía nada en contra de los judíos podría ser activo participe del Holocausto. ¿Podría ser que él y el millón de cómplices únicamente siguiesen órdenes?

Milgram lo resumiría al escribir:
"Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio"
                         Stanley Milgram. The Perils of Obedience (Los peligros de la obediencia. 1974)


MÉTODO DEL EXPERIMENTO 

A través de anuncios en un periódico, se solicitaron voluntarios para participar en un ensayo relativo al «estudio de la memoria y el aprendizaje». A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en un investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad y de todo tipo de educación.

El investigador comunica al participante voluntario a investigar y a otro que se hace pasar también por participante pero que en realidad es un cómplice del investigador, que están participando en un experimento para probar los efectos del castigo en el comportamiento del aprender. Se les señala que es escasa la investigación llevada a cabo en este campo y se desconoce cuánto castigo es necesario para un mejor aprendizaje.

A continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma su papel y dice haber sido designado como alumno. El participante voluntario toma el suyo y ve que dice maestro. En realidad en ambos papeles ponía maestro y así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba forzosamente ese papel.

Separado por un módulo de vidrio del maestro, el alumno se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para impedir un movimiento excesivo. Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema para evitar quemaduras y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante.

Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 V que se irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 V. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente.




El "maestro" cree que le está dando descargas al "alumno" cuando en realidad todo está simulado. El "alumno" ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 V, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 V, el "alumno" dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores previos al coma.

Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 V, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 V, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".

Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado:

· ¡Continúe, por favor!

· ¡El experimento requiere continuar!

· ¡Es absolutamente esencial que usted continúe!

· ¡Usted no tiene opción alguna! ¡Debe continuar!

Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento.

En el experimento original, aunque si bien el límite de descargas estaba en 450 V, todo el mundo paró en un mismo punto y cuestionó el experimento. Otros incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. El estudio posterior de los resultados y el análisis de los múltiples tests realizados a los participantes demostraron que los "maestros" con un contexto social más parecido al de su "alumno" paraban el experimento antes.


RESULTADOS 

Milgram creó una película documental que demostraba el experimento y sus resultados, titulada Obediencia, cuyas copias originales son difíciles de encontrar hoy en día.

Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuales podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 V con una obediencia al investigador del 0 %. Todos ellos creyeron unánimemente que solamente algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo.

El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como "maestros" en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus "alumnos", aunque a muchos les situase el hacerlo en una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel de 300 V, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida. Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.

En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios.


REACCIONES

Lo primero que se preguntó el desconcertado equipo de Milgram fue cómo era posible que se hubiesen obtenido estos resultados. A primera vista, la conducta de los participantes no revelaba tal grado de sadismo, ya que se mostraban preocupados por su propia conducta demuestra que esto no era así, pues todos se mostraban nerviosos y preocupados por el cariz que estaba tomando la situación y al enterarse de que en realidad la cobaya humana no era más que un actor y que no le habían hecho daño suspiraban aliviados. Por otro lado eran plenamente conscientes del dolor que habían estado infringiendo, pues al preguntarles por cuánto sufrimiento había experimentado el alumno la media fue de 13 en una escala de 14.

Creo que lo que debería preocuparnos de verdad es lo influenciables que podemos llegar a ser en circunstancias extremas, y de cómo podemos cambiar nuestros propios criterios y decisiones en base a determinadas sensaciones que nos provocan miedo, ansiedad, dolor, sufrimiento o inseguridad.

Si una ley es injusta, ¿deberíamos acatarla aunque la mayoría lo acepte?

Si un hecho que ocurre no nos parece adecuado, ¿haremos algo para evitarlo?

El sentirnos solos ante el hecho de tomar una decisión, sin el aparente amparo del grupo, o sin el apoyo de nuestro entorno socio-familiar, hace que cambiemos nuestra decisión por muy firme que pareciera desde un principio, lo que indicaría que por supervivencia (puro instinto visceral) somos capaces de cualquier cosa.

Quizás deberíamos seguir ahondando en nuestra sombra interior para descubrir cómo protegernos a nosotros mismos de esa falta de iniciativa para responder a nuestros miedos interiores.

Añado por si os interesa un vídeo del experimento Milgram.