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dimecres, 3 de desembre del 2014

EGO MIO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

El EGO (el “YO”), en Psicología, se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio.
Es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos físicos, psíquicos y sexuales.

Ya por su propia definición, podemos entender la importancia capital del EGO para todos y cada uno de nosotros.

Es nuestro DNI emocional, que enseñamos gustosos a cualquier persona para que no nos conozca para que sepa quién somos, que valemos, que queremos, y toda la información necesaria en base a dotarnos de una significación física y psíquica adecuada.

El ego, tiene muchas formas y muchas intensidades según la persona, la situación y el momento en el que estamos, y es por ello que, a mi entender, requiere una atención específica.




Tal como mencionaba, el ego es nuestra tarjeta de presentación, y aunque no seamos del todo conscientes, intentamos que sea lo más grande y poderoso posible. 
De este modo podemos impresionar, generar admiración, respeto y atención, lo cual, nos resulta imprescindible en muchos momentos de nuestra vida.

Buscamos cualquier forma de poder estimularlo a través de nuestras gestas personales, buscando la aprobación de los demás, pretendiendo ser lo más perfectos posibles y minimizar o reducir a la nada todo aquello que pueda dañarnos esa parte tan sensible e importante que nos arrastra a menudo por los caminos de la amargura.

El ego necesita un cuidado constante, toda nuestra atención y un trabajo exclusivo de muchos años de egoísmo acumulado que nos permitan alimentarlo debidamente para su progresivo crecimiento y desarrollo. 
Si no lo cuidamos puede que debamos pagar un alto precio.




El ego es pues como un hermano mellizo del que no podemos o queremos desprendernos y que nos influye en todos los sentidos para que creamos que lo necesitamos el resto de nuestra vida como único medio que nos asegure una felicidad completa.

El ego, funciona igualmente como un mecanismo compensador de determinados miedos que sentimos y producimos desde que nacemos hasta el final de nuestra vida. 
Esos miedos son complejos y diversos pero creo que una forma de recordarlos sin olvidarlos, es la que presentó en su ponencia “Mecánica y Mística de la Empatía“, el psicólogo clínico Fidel Delgado, consumado especialista en cuestiones emocionales, empáticas y de acompañamiento a enfermos en estado paliativo/terminal.

Para Fidel Delgado, hay un claro ejemplo con un guante que cubre los dedos de una mano. Si saludáramos con la mano enfundada en un guante, poca empatía podemos transmitir, ya que la sensación entre el que da y el que recibe, está significativamente disminuida por el aislamiento resultante del material del que está hecho el guante. 
Propone entonces liberar un poco el ego personal particular de cada persona, cortando las fundas de cada uno de los dedos de la mano, con lo que simbólicamente, nos despegamos de los miedos o temores básicos que influyen directamente en la estructura y organización interna de ese, nuestro ego. 

Cada dedo viene a simbolizar lo siguiente:

- Pulgar, que simbolizaría los temores referidos a nuestra propia valía, a nuestra autoestima y a nuestra capacidad de ser lo suficientemente capaces para demostrar adecuadamente nuestro potencial.

- Índice, que agrupa los miedos a ser criticados, infravalorados o desvalorados en general y a no ser tenidos en cuenta por los demás.

- Medio, que contiene los temores de ser rechazados, apartados y aislados por nuestros actos o formas de comportarnos.

- Anular, que incluye los miedos al compromiso, a sentirnos obligados y/o atados sin poder cambiar nuestra elección.

- Meñique, que se basa en el temor a ser “ninguneados” a pasar desapercibidos o a que no contemos para los demás.

Sin esos miedos, sin duda alguna, nuestro ego se adaptará mejor a lo que sentimos, y a la vez, a lo que creemos que los demás piensan o sienten por nosotros.





El ego entonces, suele funcionar con un doble sentido:

- De forma pasiva, como mecanismo compensador de una necesidad de ser mucho más de lo que realmente somos capaces, intentando esconder nuestras debilidades, inseguridades, dudas y carencias.

- De forma activa, como mecanismo liberador de una necesidad de expresar y/o exteriorizar una agresividad punitiva hacia el exterior que nos asegure un reconocimiento y un respeto para imponer nuestros deseos independientemente de lo que sientan o piensen los demás.



Como dice Marie Curie (1867-1934), física, química y matemática polaca:

             “En la vida no hay cosas que temer sólo hay cosas que comprender”

Es posible que en muchas ocasiones, nuestro ego, nos impida desarrollar nuestras capacidades más altruistas, forzándonos al egoísmo recalcitrante y a una vida de competencia con los demás, despreciando todo aquello que está por debajo de unas mínimas expectativas establecidas con rigor y artificialidad.

El debate que establecemos con nuestro ego hace que no nos identifiquemos con él. 
Si no lo podemos observar, es que somos él, y las consecuencias de ser un ego no son precisamente agradables, aunque al principio, pueda parecer lo contrario.

Con el tiempo, podemos ser mejores si no juzgamos, ni exigimos ni amenazamos con hacer o no hacer algo. 
El equilibrio es la base que aguanta a un universo infinito que se sostiene por la suma de sus partes en un orden que pre-establece la situación que requiere ese momento. 
Ha de ser fluido, flexible, y con poder de reconducir y regenerar las veces necesarias.

No se trata de negar o erradicar al ego, más bien, deberíamos trabajarlo para que sus efectos positivos facilitaran una adecuada vivencia de plena satisfacción y no únicamente de lucha en la que sólo pretendemos ganar y seguir avanzando.

El ego, eso sí, al cuidarlo y engrandecerlo, sin tener en cuenta su potencial perjuicio, nos permite conseguir una meta absoluta: asegurarnos de estar totalmente solos y aislados del resto de personas que nos rodean. Sólo importamos nosotros y nadie más. Al que esta situación le guste, que lo cuide mucho.

Creo interesante la reflexión que podemos hacer tras observar el video de Silvina Saguati, maestra argentina de EP. 

Como siempre, que cada uno saque sus propias conclusiones y utilice lo que crea conveniente para mejorar su situación actual.