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dijous, 9 d’octubre del 2014

EL AMOR ES CIEGO: LA PRESBICIA EMOCIONAL.

Efectivamente el amor, es en muchas ocasiones, ciego.

Cuando amamos y sentimos el río del amor, cambiamos la percepción de una realidad objetiva por otra imaginada y absolutamente desmesurada. 
Varían multitud de aspectos fisiológicos y nuestro cerebro genera nuevas y potentes interrelaciones bioquímicas y eléctricas en nuestra compleja red neuronal.

Podríamos definir el amor como una relación con algo o alguien que nos produce un sentimiento de afecto, apego, deseo y necesidad que desemboca en unas actitudes, emociones y experiencias altamente significativas.

La presbicia emocional, es lo que yo denominaría como:

“La percepción hacia los demás, desajustada de la realidad. 
 Y precisamente este es el tema del post, hablar de la ceguera de amor que tanto nos afecta y nos confunde, con consecuencias emocionales muy intensas, y en muchas ocasiones negativas para los actantes de tan delicada relación afectiva.”

Con esta explicación intento aclarar que la presbicia emocional no sólo abarcaría lo que no queremos ver, sino también lo que no queremos oír y lo que no queremos decir. 

Por ello es un problema de percepción global, y sus consecuencias son realmente significativas.




En verdad, la culpa de todo es del enamoramiento, que en sí, actúa como un potente desinhibidor de nuestras percepciones, sentimientos, pensamientos y reacciones. 

Es el mayor responsable de los procesos irregulares a nivel racional que no se producen o lo hacen incorrectamente, a raíz de la “locura sentimental” que nos azota como un huracán de fuerza 5.

La descripción médico-psicológica del enamorado no tiene parangón y en ella, exaltamos y al parecer con convicción, los grandes cambios que podemos sufrir de un día para otro:

Creo que podría intentar describir relativamente lo que sucede y como lo vivimos.

Tenemos muy poca necesidad de dormir, ya que nuestras constantes ensoñaciones de lo que nos gustaría que ocurriera, sustituyen el cansancio de vivir en una dimensión normal, porque en este estado, vivimos en una dimensión desconocida.

No tenemos frío ni calor, ni hambre ni sed, no sentimos dolor ni prácticamente nada ajeno a nuestro propio pensamiento, que a su vez, se nutre de imágenes fantásticas que aún no tienen categoría de realidad.

Nada parece lo suficiente capaz para hacernos reaccionar. Estamos en una irrealidad paralela de la que no nos planteamos escapar.

La vivencia del tiempo es más caótica que nunca, y acabamos perdiendo del todo la capacidad de saber en qué hora, día o mes estamos.

Nuestra mente, constantemente estresada por miles de situaciones diarias, enlentece a un ritmo vertiginoso hasta que parece pararse y perderse en el infinito de nuestra etérea alma, por cierto, muy hiperactivada por los ríos de sensaciones emocionales que recorren todo nuestro organismo, físico y psicológico.

En fin, que casi dejamos de ser seres humanos para transformarnos en seres divinos con muy pocas raíces en tierra firme y un montón de expectativas afectivas que aparecen constantemente para nuestra propia turbación.

Bienvenidos a la locura humana más antigua que se conoce y por la que todos y cada uno de nosotros, deberá sentir en sus propias carnes, al menos una vez en su vida (en general, podría afirmar sin temor a equivocarme, que la viviremos más de una vez).

¿Qué ocurre entonces entre los enamorados?

¿Se comunican y se comprenden?

¿Son capaces de establecer otros vínculos con los que no lo están?

Esas y otras muchas preguntas siempre me han motivado a profundizar más en el tema y a crear hipótesis interesantes para ir desarrollando explicaciones convincentes y aclaratorias.





La comunicación en estos niveles de presbicia emocional es distinta a la que conocemos habitualmente.

Lo digo porque cuando solamente algunos ven determinadas cosas que otros no ven y las creen posibles, aparece un nuevo comparsa en la fiesta: el delirio.

Cuando hablo de delirio, me refiero exactamente a la diferencia existente entre mi percepción y la de todos los demás. Veo lo que veo y siento algo muy particular, que incomprensiblemente, nadie ve ni siente como yo.

Es como si desarrollara un cuadro delirante-alucinatorio pero en un sentido positivo por los claros efectos hipomániacos o maníacos que se implantan por toda la esfera cognitiva y sensorial. 
Bendito sea el subidón de ese enamoramiento.




Este estado parecido al de ensoñación, sustituye de modo inmediato todos los pensamientos negativos, minimizándolos en extremo, e incluso eliminándolos parcialmente durante el período que abarca este período delirante que deviene del enamoramiento.

El tiempo deja de ser objetivo, el pensamiento queda anclado en pocas escenas pero muy intensas, enlentecemos en general nuestro proceso psíquico generalizado (bradipsiquia) y nos centramos en nuestro interior con dificultades para acceder a otras informaciones y hechos de nuestro inmediato exterior.

Ha empezado una nueva etapa llena de ilusión, temor, ansiedad, duda, actividad frenética, deseo, y muchas sensaciones y sentimientos que no tienen orden ni razón lógica alguna.

Podríamos decir que perdemos inconscientemente el poder sobre nuestro pensamiento, conducta y actos a realizar. Nos movemos por impulso y actuamos espontáneamente sin razón aparente.

Esta primera parte se corresponde con el enamoramiento, y solamente si conseguimos superar esta visión presbiciana, podremos llegar a tener una relación más intensa y profunda que dará lugar al establecimiento del amor propiamente dicho.

Podemos estar enamorados y amar a una persona, pero cuando amamos, no necesariamente debemos estar enamorados.

Como siempre el misterio más antiguo de la Naturaleza y la auténtica vinculación de los unos con los otros, dependería de un sano equilibrio entre lo que pensamos y lo que sentimos, entre lo que decimos y lo que callamos, entre lo que admiramos y rechazamos y entre lo que esperamos y lo que debemos vivir sin otra opción intermedia.

El truco es simple yn a la vez complicado: enamorémonos para poder amar, y una vez conseguido amemos de forma enamorada todo lo que podamos.




La presbicia emocional, o llamadla como gustéis, existió desde un principio, sigue manifestándose en toda su plenitud y continuará como una compañera de vida de todos y cada uno de nosotros hasta el fin de la humanidad.