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dimarts, 2 d’abril del 2013

UN TRINOMIO COMPLEJO (ASE): ANTIPATÍA-SIMPATÍA-EMPATÍA

¿Sabemos exactamente que son, cómo son, cuando se producen y como se relacionan estos conceptos?

Empecemos un acercamiento a esas tres dimensiones desde su propia base.

ANTIPATÍA
Deriva del latín, “contra sentimiento”. Es un sentimiento de rechazo, desafección o ánimo adverso hacia un ser humano, objeto, lugar o situación. Sería la zona menos receptiva del trinomio ASE. 

SIMPATÍA
Es una palabra que deriva del griego, y literalmente, se podría traducir como “sufrir juntos”. Implica afinidad con algo o alguien. Es un sentimiento cercano al cariño. En ese sentido, estaría en la zona media del trinomio ASE. 

EMPATÍA
Deriva también del griego y viene a significar sufrimiento, lo que se sufre. Es la capacidad de percibir lo que otro siente o necesita, el ser capaz de ponerse en la piel del otro. Es también más receptiva del trinomio ASE. 




La antipatía, en sí, es una clara sensación de desaprobación que puede manifestarse abiertamente con expresiones verbales y no verbales o bien, a través de la contención y/o represión de cualquier emoción vinculante que sea positiva (ej: no le diré que lo que hace está muy bien, ni que trabaja con mucha profesionalidad, ni que es una persona con mucha voluntad para lo que se proponga, etc). 
Con la antipatía, pretendemos demostrar esa falta de sintonía, pero con cierta consciencia de que el otro, no reciba por nuestra parte ninguna indicación positiva, ni de reconocimiento, ni de afecto, ni de valoración ninguna. 
Por eso la sitúo en el lugar de menos receptividad del trinomio ASE. 

La simpatía, empieza a ser una mezcla de aprobación incondicional y de cierta satisfacción hacia el otro. Queremos que sepa que nos cae bien, que le escuchamos y que compartimos sus formas de hacer las cosas. 
Ya no tenemos un juicio crítico ni severo respecto a él ni hacia lo que hace. Podemos justificar cualquier hecho, y a la vez, incluso entenderlo, aunque no sea del todo de nuestro agrado.
Es como una especie de pacto-promesa entre mi percepción y la forma de responder del otro. Todo se explica, es adecuado o tiene una razón de ser. Sin darnos cuenta, podemos llegar incluso a forzarnos en ver lo que no hay o en aceptar de buen grado lo que en otra situación, no toleraríamos tan fácilmente. 
Está en la media del intervalo en lo referente a la receptividad. 

La empatía, es la capacidad más receptiva que tenemos. Se basa en entender al otro, comprenderlo y saber estar. Eso no implica necesariamente estar de acuerdo en todo. 
Sólo vale entender lo que ocurre y aceptarlo, pero desde el punto de vista del otro, nunca del personal. 
Es la más elaborada de las capacidades del intervalo ASE. 
Ser empático no implica ser simpático ni afectuoso.
Busca el comprender y tolerar, sin más intenciones ni especificaciones. En muchos casos, es imprescindible la adaptabilidad para ser empáticos. 

Si somos rígidos en nuestros criterios y elecciones, dogmáticos en nuestros planteamientos, con intenciones convincentes con respecto a los demás, muy seguros de nuestra verdad como única explicación de lo que ocurre, y con la necesidad de ayudar a quién sea, aunque no nos lo hayan pedido, difícilmente seremos empáticos. La empatía es algo sumamente simple de desarrollar, pero solamente la conseguiremos cuando veamos a los demás no con nuestros propios ojos, sino con los de cada uno de ellos. 




¿Nacemos simpáticos, antipáticos o empáticos

Al nacer tenemos una información genética que decidirá muchas de nuestras variables individuales anatómicas teniendo en cuenta las de nuestros padres biológicos (estatura, color de pelo, ojos, etc.). 
Ese es el primer paso para ir completando la base de lo que podemos llegar a ser.

Posteriormente nos determina de forma fundamental el núcleo socio-familiar que nos envuelve.
El cariño que recibimos, la forma de decir y hacer las cosas, como se nos tiene en cuenta y que nos expresan, y en una palabra, que normas y pautas educativas y emocionales nos han hecho empezar a dirigir hacia una dirección más o menos determinada.

El tercer y último punto de partida, es el que acaba por diferenciarnos e individualizarnos del todo. 
Es nuestra propia experiencia con nuestro exterior, como interpretamos lo que percibimos y como a través de nuestras propias experiencias personales, acabamos siendo realmente lo que somos. 

Ese es el eje BIO-PSICO-SOCIAL, que incluirá la calidad que tenemos del trinomio ASE, determinante en nuestra personalidad ya madura. 





Es por ello que me inclino más por la idea de que más que nacer simpático-antipático-empático, es la conjunción de todo ese trabajo (genético-biológico, familiar, social, educativo y personal), lo que nos hace ser más o menos receptivos y tener determinados valores ASE. 

Es importante resaltar que los valores ASE, fluctúan según el día y la situación. 
No son valores estandarizados y cambian constantemente, aunque puede existir un intervalo de valores de mínimo a máximo sin necesidad de que aparezca o desaparezca totalmente esa capacidad.

Por decirlo de otra forma, sería como una receta de cocina que siempre tiene los mismos ingredientes, pero según el día, el Chef los combina de forma distinta.

Podemos ser empáticos y tener un día antipático.

Podemos ser muy simpáticos pero muy difícilmente empáticos.

Podemos ser antipáticos, pero estar simpáticos por alguna razón.
Existe entonces otra enorme posibilidad de combinaciones que dependerán del SER-ESTAR- HACER.

Como conclusión final podríamos decir que todos los valores y capacidades son variables, según el día y el momento y que el auténtico mérito, no es ser tan o cuan simpático o empático, sino ser capaz de mantener en óptimo equilibrio nuestros sentimientos, nuestras capacidades y la expresión de las mismas en el ser-estar y hacer.