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dilluns, 16 de novembre del 2015

LOS LIMITES PERSONALES: ÉXITO SOCIAL VERSUS CONCIENCIA PERSONAL. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL.

Todos nosotros nos encontramos a menudo con diversos obstáculos que implican necesariamente un cambio en nuestra actitud, respuesta conductal o manera de hacer las cosas.

De hecho, algunos de estos obstáculos nos obligan a tomar decisiones importantes y, en ocasiones, trascendentales, por lo que debemos ser muy conscientes de hasta dónde podemos llegar y cuál es nuestro techo. “Decidir”, implica necesariamente cierto riesgo, puesto que no siempre sabemos que puede ocurrir al elegir una opción determinada. Las dudas, el miedo, la incertidumbre, la inseguridad la auto desconfianza, y otras variables, son algunas de las dificultades que deberemos superar para conseguir nuestro objetivo final.

Es el momento de concienciarnos de nuestros límites y de cómo vamos a seguir avanzando para tener la posibilidad de mejorar o adaptarnos adecuadamente a las nuevas situaciones que viviremos.

Nos da miedo aceptar esas limitaciones y buscamos cualquier explicación para justificar una carencia o una falta de recursos personales de afrontamiento.

El juicio autocrítico no es fácil para nadie. Todos queremos conseguir lo que nos proponemos y superar las dificultades una tras otra, pero no siempre es posible.

Sin poder remediarlo, empiezan las interminables comparaciones de unos y otros, acentuando más lo que uno “tenga” o lo que “consiga” que lo que realmente “sea” en sí mismo.

Valorar las características superficiales de los demás, no suele aportar nada positivo al ser humano, sino más bien todo lo contrario. Nos mediremos y nos valoraremos por el éxito social y no por la conciencia personal.







Desde mi punto de vista, la consciencia personal, sería el conocimiento más o menos profundo de todo aquello que nos rodea, y que podemos analizar y enjuiciar de un modo contrastable a nivel social, pero siempre desde una perspectiva propia, única, y valga la redundancia, personal.

El éxito social, facilita enormemente la consecución de multitud de deseos propios con la ayuda de los demás, con su apoyo y aprobación, su ánimo y su esfuerzo añadido al nuestro para conseguir alcanzar las metas y objetivos propuestos. Consecuentemente, se basa en la facilidad para relacionarse bien, seducir a los demás, atraer su atención y, a la vez, hacerles participar en nuestro proyecto como si también pudiera ser el suyo.

Al conseguir llegar a ese estadio, se nos facilita mucho el trabajo. Nuestros “admiradores” y/o seguidores, se añaden gustosamente a colaborar con nosotros en lo posible para, finalmente, ayudarnos a culminar con éxito los objetivos que nos hemos fijado.




Aclarados los dos conceptos, consciencia personal y éxito social, me interesa especialmente su inter-influencia y las consecuencias que se derivan de ello, y a su vez, como decidiremos o no hacer las cosas de una determinada manera.

Deberemos tener en cuenta los límites de ambos como los auténticos pilotos de nuestras decisiones.

¿Nos dejaremos llevar por la satisfacción muy golosa del éxito social con lo que supone?, o por el contrario, ¿pesará mucho más nuestra consciencia personal, la cual, no genera tanto placer ni gratificación?

A partir de este punto, entramos en otro de los grandes conceptos a tener muy en cuenta: IE (inteligencia emocional). 





El primer uso del término IE es atribuido a Wayne Payne, un alumno graduado de una universidad de artes alternativas liberales en los Estados Unidos, citado en su tesis doctoral: “Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional (1985)”.

El término se popularizó con Daniel Goleman, psicólogo estadounidense y profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, al publicar su libro con ese título en 1995.

Él decía lo siguiente:

“La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social”.

Para Daniel Goleman, la IE se puede organizar en 5 capacidades:

1. Conocer emociones y sentimientos

2. Aprender a manejar esas emociones

3. Conseguir crear motivaciones propias

4. Aprender a reconocerlas en los demás

5. Gestionar adecuadamente las relaciones

Resulta evidente, que hoy en día y desafortunadamente, la IE no abunda en absoluto. Es más, incluso parece que los pocos que pueden disponer de ella y manifestarla, reciben un trato de infravaloración y burla por manifestar un poco su humanidad.

Lamentablemente y como ya he dicho más de una vez en otros posts, no hay tiempo para dejarnos seducir por nuestras propias emociones y, mucho menos, por las de los demás. Lo práctico, pragmático y rentable son el objetivo a priori, y lo que no se encamine en esta línea, no tiene valor ni significación suficiente para ser considerado necesario.

Con esa actitud, y esa mayúscula falta de empatía, llegamos al entorno perfecto para que la ira, la rabia, la agresividad, el egoísmo y la fuerza, sean las reinas dominantes en nuestra vida personal y social.

Los fanatismos empiezan a tener cabida por la debilidad emocional de no ser capaces de intentar comprender lo que no conocemos, y la ignorancia de creer que solamente lo que nosotros pensamos es lo correcto, con lo cual, intentamos inculcar y convencer a los demás nuestros criterios de una forma totalmente subjetiva.



De este modo, no podemos crecer ni desarrollarnos. 

Nos mantenemos en un constante estado de alerta permanente que nos fatiga y nos rigidifica al punto de convertirnos en autómatas carentes de juicio crítico suficiente.

Somos incapaces de percibir con nuestra consciencia personal y de encontrarnos sin conexión alguna con nuestros sentimientos, lo que imposibilita el empatizar adecuadamente y valorar como pueden sentirse los demás. Y lo cierto es evidente en este caso: ¿cómo podemos ponernos en el lugar del otro si no podemos aceptar ni ver lo que sentimos nosotros?

La posibilidad de conseguir el éxito social y el “supuesto prestigio” que le acompaña, es adictivo y muy difícil de abandonar.

Es mejor lo que parece que lo que realmente es.

Ser consciente del otro y de las emociones, es un error y una debilidad.

Imponer y manipular son cuestiones prioritarias.

Emocionarse y sentir es inaceptable y una demostración de debilidad ante los que piensan que los objetivos pueden conseguirse de cualquier manera y a cualquier precio.

Empezamos a traspasar la delgada línea que separa lo humano de lo inhumano, la auténtica verdad de la mentira justificadora, lo que está bien de lo que está mal, de una posibilidad de reconducirnos al lado de la paz y la tranquilidad o de acabar hundidos totalmente en el pozo de la oscuridad absoluta.

Espero que seamos capaces de desarrollar totalmente nuestro potencial de inteligencia emocional, y que por primera vez consigamos salir de la destrucción progresiva a la que nos somete nuestro ansiado egoísmo y nuestra falta de empatía.