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dijous, 4 d’abril del 2013

LAS BUENAS MANERAS

Seguramente, en muchas ocasiones, hemos tenido algún problema (o quizás muchos) para poder utilizar nuestros recursos expresivos o de respuesta de forma adecuada.La forma de “hacer”, “decir”, “expresar” lo que pensamos o sentimos es primordial e importantísima. 



Nadie escuchará lo que tenemos que decir si estamos gritando o gesticulando con agresividad y exageración. 

Nadie atenderá lo que decimos, si no intentamos controlar el tono emocional con el que nos expresamos. 

Nadie aguantará una actitud invasiva por parte del otro, donde lo único importante es imponer criterios sin discutirlos. 

Nadie actuará de forma comedida si se siente agredido por una situación o por una persona que no respeta su espacio interpersonal. 

Y así, podríamos seguir enumerando un sinfín de situaciones, que por muy diferentes que sean, tienen un punto en común que las caracteriza a todas ellas: carecen de “buenas maneras”. 


El principal problema que se deriva de no utilizar la manera adecuada para decir y hacer cualquier cosa, radica en que no somos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y a nosotros mismos cuando estamos enfadados o irritados por alguna causa. 

No escuchamos, no toleramos, nos sentimos atacados con extrema facilidad y parece que nuestro único objetivo es ser “el más fuerte”.

La tolerancia brilla por su ausencia, y generamos muchísima ansiedad que puede revertir a nuestro exterior de forma activa (acting out) o reprimirse totalmente, y destrozarnos por dentro (somatizaciones, disfunciones, enfermedades, etc). 





Ante esta situación de tensión producida, nuestras dificultades para comunicarnos, escucharnos y comprendernos, son un claro impedimento para dialogar y pactar un acuerdo que resulte beneficioso para ambas partes. 

La mayoría de pactos que conseguimos hacer no suelen llegar a buen término, y la razón de ello, es que generalmente, la gente confunde el “pacto” con el “acuerdo”.

PACTO sería llegar a un punto neutro en donde ambas partes establecen un convenio y que además, necesariamente, ninguna de las dos cede más que la otra. Ambas partes están en equilibrio en compromiso y aceptación.

ACUERDO sería llegar a un punto “no neutro” en donde ambas partes establecen un convenio, pero una de ellas cede más que la otra. Ambas partes están en equilibrio en compromiso, pero NO en aceptación.

Creo que con un ejemplo, se entenderá mejor:

Supongamos que el sujeto A quiere ir a la playa, y el sujeto B prefiere la montaña.
Después de hablar entre ellos deciden que hoy van a la montaña, y mañana a la playa. Aparentemente han llegado a un acuerdo, pero eso NO es un pacto. 
En este caso, siempre hay una de las partes que cede, pero no le gusta la opción del otro y la otra que lo disfruta. 
Hay pues equilibrio de compromiso pero no de aceptación.

En cambio, si su decisión es ir en bicicleta los 2 días, porque al sujeto A y al B también les gusta mucho esa opción alternativa, SÍ cumplen el criterio de pacto.
Ambos llegan a un equilibrio de compromiso y de aceptación, es decir, que los dos ceden por igual y lo aceptan de forma consensuada.


He querido comentar ese aspecto diferencial porque los errores de interpretación en lo referente al pacto o acuerdo, hacen que la confianza en los pactos sea limitada o poca. 
Y esto se explica por lo que acabo de exponer: los pactos no son acuerdos, y por esa razón, se rompen tan fácilmente cuando se confunden.

El pacto se transforma en un poderoso aliado de las buenas maneras, por su necesidad implícita de obligar voluntariamente a lo que se ha decidido pactar. Es justo, equitativo y favorecedor. 




Las buenas maneras, no deberían interpretarse como una forma pasiva de sumisión o de aceptar lo que propone la otra parte.

Se trata de una muestra de respeto tanto hacia uno mismo como a los demás.

Y así debería entenderse el uso de las buenas maneras, una forma de poder expresar lo que sentimos con total libertad pero cuidando la forma de hacerlo.

Solamente así, la comunicación fluirá como debería ser siempre y podremos conseguir objetivos comunes que nos permitan estar en equilibrio con nosotros mismos y nuestras circunstancias personales, familiares, sociales y profesionales.

De este modo, los conceptos teóricos tan conocidos y trabajados como solidaridad social, respeto, tolerancia, aceptación y autocrítica, dejen de ser entendidos únicamente en un marco teórico y empiecen a desarrollarse y a extenderse en un ámbito práctico y útil en la vida de todos y cada uno de nosotros.